No hay dos lados en un campo de batalla sino un colonizador y un pueblo subyugado.
Por lo menos 27 palestinos muertos, incluyendo a tres mujeres –una embarazada– y dos bebés, 130 heridos, un centro cultural y una biblioteca con diversos documentos destruidos, además de varias casas, edificios, residencias, y áreas agrícolas. Ese es el saldo de este último fin de semana en la peor ofensiva israelí a la Franja de Gaza, desde 2014. En aquel año, fueron aproximadamente 2.200 palestinos asesinados en 51 días de ataques, entre ellos 530 niños.
Así como las anteriores, esta nueva masacre tiene todavía otra víctima: la verdad. El Estado de Israel utilizó el desgastado argumento de “defensa” o “respuesta”. Los medios hegemónicos brasileños, apoyados en agencias internacionales igualmente al servicio de intereses dominantes, no tardó en repetir esa cantilena como hecho. Presenta la ofensiva como “conflicto”, “enfrentamiento”, “guerra”, lo que no sobrevive a un mínimo análisis serio.
Deja por fuera el contexto histórico necesario para la comprensión de los acontecimientos en la actualidad. Ignora, así, que este es un capítulo más de la limpieza étnica en Palestina, que dura ya 70 años, desde la Nakba –la catástrofe con la creación del Estado de Israel, el 15 de mayo de 1948–, que culminó con la expulsión de dos tercios de la población palestina de sus tierras y la fragmentación de esa sociedad. Una de las mayores injusticias de la era contemporánea, aún en curso.
Omite que Gaza es territorio ocupado –y que la resistencia es legítima en esa situación, incluso a la luz del Derecho Internacional–. Que informes internacionales indican que la estrecha Franja se volverá inhabitable en 2020 frente a 12 años de cerco israelí deshumano. Que niños de diez o doce años ya vivieron por los menos tres bombardeos sionistas masivos –en 2008-2009, 2012 y 2014– además de ataques aéreos periódicos, a “cuentagotas”.
Que las casas y la infraestructura destruidas en los últimos años –incluyendo hospitales y escuelas– no pudieron ser reconstruidas hasta hoy, porque Israel no permite que entre siquiera material de construcción. Que la población de dos millones de habitantes en Gaza tiene solo pocas horas de electricidad por día. Que 80%, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), depende de ayuda humanitaria para sobrevivir –y que hasta esta está sujeta al permiso israelí para la entrada en Gaza–. Que 50% de los palestinos, frente a este cuadro, están desempleados.
Algunas noticias son disfrazadas de “imparcialidad”; una mentira. Lo que está ausente –y puede encontrarse fácilmente en diversos medios árabes– es que Israel mató a cuatro palestinos e hirió a decenas el último viernes 3 de mayo, durante una semana más de protestas en Gaza contra el cerco deshumano y por el retorno de los refugiados a las tierras de donde fueron expulsados. En más de un año de manifestaciones semanales por la Gran Marcha del Retorno, son casi 300 víctimas fatales palestinas y 30.000 heridos, incluyendo jóvenes y mujeres. Crímenes contra la humanidad que el gobierno Bolsonaro se negó a condenar en la ONU.
Solo esos números ya desenmascaran la farsa de que las organizaciones palestinas dieron inicio a la “escalada de violencia”, que habría dejado cuatro israelíes muertos, según las fuentes sionistas. La fake news gana como aliada a la familia del capitán reformado del Ejército alzado a Presidente de la República. En su twitter, Jair Bolsonaro reprodujo un video con la legenda de “150 cohetes” contra “civiles judíos”. Ni una palabra siquiera en cuanto a las centenas de bombas arrojadas sobre las cabezas de los palestinos en Gaza. Silencio sobre la eterna punición colectiva a que está sometida la población bajo ocupación. Su hijo Eduardo canceló un encuentro con los embajadores palestinos e iraní, y divulgó un video deprimente apoyando la ofensiva israelí y denominando la resistencia como “actos terroristas”, una inversión y seguidismo a Trump, que manifestó 100% de apoyo a Israel.
El bloqueo se inició en 2007, luego de que Hamas venciera democráticamente las elecciones en la Franja de Gaza. Israel y los Estados Unidos no aceptaron el resultado y transformaron, entonces, la estrecha Franja en una prisión a cielo abierto. El pretexto ideal para las ofensivas que siguieron.
“Acuerdo del siglo”
La familia Bolsonaro ignora, y gran parte de los medios omite, que la masacre de este fin de semana sirve a un propósito bien definido: asegurar la consolidación del “acuerdo del siglo” propuesto por Trump. Él mismo divulgó que pretende anunciarlo el 15 de mayo, fecha en que los palestinos recuerdan los 71 años de la Nakba.
En esa dirección, es sintomático que Arabia Saudita –principal aliada de los Estados Unidos en esa pretensión– haya ofrecido, según divulgó el Monitor de Oriente, U$S 10.000 millones por diez años al presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmoud Abbas, para que aceptase el “acuerdo del siglo”. Abbas es consciente, como apunta el reportaje, de que eso encerraría su vida política y sería el fin de la AP, ya desacreditada entre muchos palestinos sobre todo por su cooperación de seguridad con Israel desde los tristemente célebres acuerdos de Oslo en 1993, firmados entre la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) e Israel, bajo la intermediación de los Estados Unidos. Acuerdos que no garantizaron un día de paz a los palestinos. Por el contrario, propiciaron la brutal expansión colonial sionista.
Abbas, conforme el Middle East Eye, se habría propuesto hace un año conceder 6,5% más del territorio palestino ocupado en 1967 en la ya fracasada solución de los dos Estados. Perdida esa batalla, habría afirmado que la “situación en el terreno lo deja incapaz de hacer concesiones en los asentamientos ilegales, en la solución de los dos Estados, y en Jerusalén”. Además, es sintomático el anuncio, según informó también el Monitor de Oriente, de que una delegación israelí visitará Arabia Saudita en 2020 por primera vez.
Pero, ¿ cuál es el acuerdo del siglo? Conforme el Middle East Eye, “según las autoridades palestinas, es probable que sean ofrecidas fronteras divisorias sobre fragmentos de tierra que comprenden cerca de la mitad de los territorios ocupados [en 1967], o apenas 11% de lo que fue reconocido como Palestina bajo el mandato británico”.
Todavía según el reportaje, “las áreas palestinas serían desmilitarizadas e Israel tendría el control sobre las fronteras y el espacio aéreo” –lo que ya ocurre–. Israel y los palestinos serían entonces, de acuerdo con la misma fuente, dejados para “negociar” el estatus de los asentamientos ilegales de Israel en Cisjordania y en Jerusalén Oriental, con Trump probablemente apoyando a Netanyahu al máximo”.
Para Gaza, lo que está siendo preparado es la transferencia de la responsabilidad por el enclave a Egipto, “retornando a una situación que perduró hasta la ocupación militar sionista de 1967. Sería constituida una zona industrial con participación de capital israelí en el Sinaí. El bloqueo sería aliviado por el país árabe para que los palestinos trabajasen e incluso residiesen allí. Con eso, Gaza sería puesta al margen de cualquier proyecto de liberación de Palestina.
El reconocimiento de Trump de Jerusalén como capital israelí sería incluso parte de este plan. Tanto Arabia Saudita como los Estados Unidos proponen Abu Dis, a cuatro kilómetros de Jerusalén, como capital del inexistente Estado palestino. Reconocimiento de asentamientos en los alrededores de la ciudad sagrada, anexión de tierras palestinas, y expulsión continua de esa población ya están en curso por Netanyahu y anticipan el “acuerdo del siglo”. La anexión de toda Cisjordania, plataforma de campaña en el pleito israelí que garantizó la reelección del primer ministro, integra igualmente ese plan. Derecho de retorno y estatus de Jerusalén, que nunca fueron puestos en la mesa, continúan afuera.
Como apuntan diversos estudiosos, entre ellos el historiador israelí Ilan Pappé, la solución de los dos Estados está muerta. Es menester parar de hablar de algo que no pasa de “la paz de los cementerios” y exigir justicia de hecho.
A la comunidad internacional, frente a la gravedad del cuadro, el llamado de los palestinos es por la adhesión a la campaña central de solidaridad: BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) a Israel, en los moldes de la iniciativa que ayudó a poner fin al régimen institucionalizado de apartheid en el África del Sur, en los años de 1990. Parte de esa acción, sobre todo la reivindicación del embargo militar a Israel, une las luchas de los oprimidos y explotados en el Brasil y en el mundo. Eso porque las tecnologías militares testadas sobre las cobayas humanas en que Israel convierte a los palestinos, como se vio en esta nueva masacre en Gaza, son después presentadas al mundo para su exportación.
El Brasil es cómplice: se tornó un de los cinco mayores importadores de tecnología militar israelí en lso últimos años, y promete intensificar esa asociación, ahora explícita.
La ocupación se sostiene con la venta de armas israelíes que sirven para el genocidio de los pobres, indígenas y negros en las periferias. El próximo 15 de mayo, en contraposición al “acuerdo del siglo”, es urgente abrazar esta causa de la humanidad.
Artículo publicado en Carta Capital, 3° turma – Brasil, 7 de mayo de 2019. Disponible en: https://www.cartacapital.com.br/blogs/3a-turma/no-novo-massacre-a-gaza-a-primeira-vitima-e-a-verdade/
Traducción: Natalia Estrada.