… Y ya están todos los «binarios» de la política subiendo por las paredes; ¡que viene la derecha en su hidra de tres cabezas! Señores «binarios», a un mismo punto se puede llegar por caminos distintos; saber qué caminos llevan a una decisión es esencial para saber como continuar luchando.
¿Son los mismos los motivos de los catalanes para votar no, que los del la derecha? Confundirlos es hacer alarde de una gran demagogia. La derecha española los tumba para recuperar lo que ellos opinan, nunca debieron perder, el control del talonario del Estado para hacer negocios.
Los catalanes simplemente porque el gobierno se ha plegado a la derecha en la cuestión de negociar los derechos del pueblo catalán. El gobierno de Sánchez y sus aliados de Podemos, que tanto critican a los catalanes, deberían hacérselo mirar, porque ellos están siendo cómplices de la derecha que tanto dicen odiar en el juicio farsa contra el Procés.
Como dice el artículo “Aunque digan lo contrario, los presupuestos de Sánchez son un fraude”, «Estos presupuestos no pueden ser apoyados (…) Avalados por Bruselas, no cambian nada importante respecto a los últimos de Montoro y no dan respuesta a la degradación social y laboral. Sólo pueden provocar desmoralización y facilitar la demagogia de la derecha». Desmoralización que de últimas es la que abre las puertas de par en par a la victoria de la derecha.
El drama de la situación es que no existe a nivel institucional otra opción entre «guatemala» (el gobierno de Sánchez y su aliado Unidos Podemos) y «guatapeor» (la derecha neofranquista o «moderna»), entre el mensaje caposo neofranquista o el mensaje “binario” de Unidos Podemos. La clase obrera es la gran perdedora de la crisis, en su precariedad, con la desindustrialización, la rebaja en los salarios, la perdida de derechos laborales y políticos, etc…
Estos presupuestos que dicen, son “muy sociales”, solo tapan que este gobierno y sus aliados mantienen vigentes las reformas laborales y las de pensiones, las leyes mordazas, los artículos 135 de la Constitución, las leyes de privatización de la sanidad (ley 15/97); es decir, el núcleo duro de las reformas impulsadas por ZP y Rajoy.
Pero no sólo eso, la complicidad con el gobierno de la derecha progresista desarma cualquier oposición real en la calle; no sólo por los derechos sociales, sino por los derechos políticos que hoy están siendo atacados en el juicio al Procés. Este juicio supone la criminalización de toda protesta social; es una «causa general» contra la lucha social, significando el momento cumbre de una política represiva desarrollada no solo en el Estado Español desde hace años contra raperos y sindicalistas, contra twitteros y titiriteros, sino en toda Europa (la reciente ley contra los «alborotadores» de Francia, por ejemplo), que intenta poner freno al derecho a la protesta de la clase trabajadora y los pueblos.
El gobierno de Sánchez no es ningún obstáculo a la derecha neofranquista, sólo fue puesto por el Ibex 35 el año pasado para desactivar las movilizaciones del 8 de Marzo, de los y las pensionistas y del repuntar de las huelgas obreras, evitando que la movilización social fuera a más y derribara a Rajoy desde la calle. Fue una moción de censura «preventiva»; nada más.
Ahora con los presupuestos «más sociales», los «binarios» nos quieren vender que no hay otra opción. Como decía el chiste del Hermano Lobo (revista satírica de la Transición): «¡O yo o el caos!; el público contestaba, ¡el caos!; y desde la tribuna dicen: ¡yo también soy el caos!». El gobierno de Sánchez es parte de problema, no de la solución, y sosteniéndolo solo se abre la puerta a más decepción y con ella a la derecha. ¿O no hemos aprendido nada de los ejemplos de otros gobiernos del PSOE, el de Gonzalez y el de ZP… y cómo acabaron?
Va siendo hora de levantar y construir una opción y una salida a la crisis que rompa el esquema binario entre la derecha neofranquista y la derecha progresista, con un programa de emergencia social y política frente a los gobiernos del régimen, y apunte a la resolución de las necesidades sociales y políticas de la clase obrera, y de los derechos políticos de los pueblos.