Cuando cientos de mujeres se organizan para convocar una Huelga General en el Estado Español el próximo 8M y declaran que el feminismo por el que luchan es: «anticapitalista, antiracista y anticolonialista», queremos recordar la figura de esta gran revolucionaria polaca, en el centenario de su asesinato.

Cien años después, su vida, su obra y su lucha siguen siendo una inspiración para quienes no nos conformamos por mayores cotas de igualdad dentro de este sistema podrido, sino que aspiramos a un mundo nuevo en el que como ella dijo, todas seamos: «socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres.”

Rosa Luxemburgo fue una figura inmensa que no se arredraba ante nada. Enfrentó el revisionismo encarnado en la figura de Bernstein, dentro del Partido socialdemócrata alemán en el que ella militaba desde su llegada de Polonia. Disputó con Kautsky, la gran autoridad de la IIª Internacional. Fue cofundadora de la Liga Espartaquista, posteriormente partido comunista alemán. Cuando lo creyó necesario polemizó con Lenin. Todo siempre desde una posición militante, revolucionaria, internacionalista, que finalmente le costó la vida, asesinada bajo la responsabilidad del gobierno socialdemócrata alemán. Para Rosa Luxemburgo la revolución socialista lo era todo y lo demás minucias.

La lucha por la emancipación de la mujer, como parte de la emancipación de toda la clase trabajadora

Dentro de su obra y su militancia, la causa de las mujeres trabajadoras tampoco le fue ni mucho menos indiferente. Dicen que si rechazó las repetidas solicitudes que le hicieron para jugar un papel más directo en la sección de las mujeres del partido, fue porque consideraba que querían desviarle de su implicación directa en los debates políticos y teóricos del socialismo alemán.

Pero Rosa Luxemburgo fue amiga y compañera política inseparable de Clara Zetkin, que dedicó toda su vida a organizar a las mujeres trabajadoras y que es considerada como precursora del «feminismo socialista».

Participó con ella dentro del movimiento socialista de mujeres, además de colaborar con artículos, en el periódico orientado a las trabajadoras que Zetkin dirigía: «La igualdad». Le ayudó a organizar la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas que tuvo lugar en Copenhague en agosto de 1910. Una Conferencia en la que Zetkin propuso establecer un Día Internacional de las Mujeres Trabajadoras, lo que fue aprobado con entusiasmo por más de 100 delegadas de 17 países y que tras la revolución rusa de 1917, quedó instaurado definitivamente el 8 de Marzo.

También estuvieron juntas en la lucha por unificar a las mujeres socialistas contra la masacre imperialista, de la Iª Guerra Mundial, que ambas repudiaron, combatiendo la entrega de la socialdemocracia a la cruzada patriótica imperialista. Una traición al internacionalismo obrero que significó la bancarrota de la II Internacional. En marzo de 1915, Zetkin organizó una Conferencia Internacional de Mujeres contra la Guerra, que contó con 25 delegadas de los países beligerantes y en la que Rosa Luxemburgo iba a participar. Pero justamente por su defensa de los principios internacionalistas, fue acusada de “traición” y encarcelada, lo que le impidió acudir a la misma.

A decir verdad, ni Zetkin ni Rosa Luxemburgo se consideraban a sí mismas “feministas”. Algunas fuentes señalan que la famosa frase: «Quien es socialista y no es feminista carece de amplitud, pero quien es feminista y no es socialista carece de estrategia», que erróneamente se le atribuye, no es de ella, sino de la artista y socialista norteamericana Louise Kneeland.

Y es que en la época que ellas vivieron y lucharon, el feminismo se asociaba a la lucha sufragista por el derecho al voto, que ellas consideraban como “feminismo burgués”. Un movimiento desvinculado de la clase trabajadora que buscaba mejorar la posición social de las mujeres, mediante la adquisición del derecho al voto, pero sin impugnar las reglas del juego de la sociedad capitalista.

Pero ambas revolucionarias, no despreciaron en absoluto la lucha por ese derecho democrático porque comprendieron la importancia de luchar por él. Pero no lo hicieron llamando a las trabajadoras a sumarse sin más a las filas del movimiento sufragista, sino que luchando contra el sexismo en sus propias filas, dieron la batalla para que el movimiento socialista asumiera la defensa del mismo. De esta forma, la socialdemocracia alemana fue el primer partido político europeo que incluyó este derecho femenino en su programa.

Rosa Luxemburgo llamaba a «no subestimar la importancia de la lucha por el sufragio femenino, ya que el extraordinario despertar político y sindical de las masas proletarias femeninas en los últimos quince años, ha sido posible sólo gracias a que las mujeres trabajadoras, a pesar de estar privadas de sus derechos, se interesaron vivamente por las luchas políticas y parlamentarias de su clase”. (En “El voto femenino y la lucha de clases”).

Para Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin, la lucha por el voto femenino era una tarea de toda la clase obrera, ligada a una lucha más general por la conquista de derechos democráticos, que en la Alemania monárquica era la proclamación de la República.

De la misma forma podemos decir hoy, que cada victoria que las mujeres logramos por pequeña que sea, es una victoria para el conjunto de la clase trabajadora. Y que todas nuestras demandas, como aumento del presupuesto para combatir la violencia machista o para acabar con la brecha salarial y en pensiones, son parte de un plan de lucha más amplio, que exige enfrentar a este y todos los gobiernos que ponen el “ajuste al déficit” por encima de la vida de las mujeres, derogar las reformas laborales y el Pacto de Toledo y enfrentar al capitalismo.

Es por eso que al igual que hizo Rosa Luxemburgo a su manera, combatimos el machismo en las organizaciones obreras, sindicales, estudiantiles y populares y damos la batalla para que el 8M vuelva a ser lo que fue en su origen: un día de lucha de toda la clase trabajadora por los derechos de las mujeres, con las trabajadoras al frente.