La irrupción del partido de ultraderecha VOX con 12 escaños en el Parlamento de Andalucía azuza todavía más el debate de cómo enfrentar el fenómeno de la ultraderecha.
Ultraderecha institucional y fascismo, ¿son lo mismo?
A menudo se caracterizan a los partidos y movimientos de ultraderecha como “fascistas”. No compartimos esta generalización, pues, según quién tengamos enfrente se deriva una política u otra. Para ello, es necesario que caractericemos ambos movimientos:
El surgimiento y fortalecimiento de los movimientos de ultraderecha europea como es Salvini en Italia, Le Pen en Francia, etc., son fruto de una fuerte crisis inter-burguesa. Surgen con un discurso cuyos ejes son la homofobia, el machismo, la xenofobia y un fuerte nacionalismo. Apelan una salida de la crisis política mediante una deriva más autoritaria y represiva del régimen democrático burgués, pero sin salirse todavía del parlamentarismo, de ahí que los llamemos “ultraderecha institucional”.
Aquí se traduce en Abascal (VOX) pidiendo a gritos que intervenga más el Rey, “más 155” o que se deroguen las leyes de violencia de género, y de rebote la radicalización de los discursos de Casado (PP) y Rivera (C’s) para no perder terreno.
El fascismo es un movimiento al que recurre la burguesía como último recurso cuando ve peligrar seriamente sus privilegios. Ante el fascismo, no sólo nos jugamos nuestra actividad política, sino nuestra integridad física. Este movimiento se caracteriza, sobre todo, por el uso de métodos de “guerra civil” contra activistas, organizaciones y partidos obreros. Su fin último es derrotar y aplastar al movimiento obrero a sangre y fuego.
Aunque el fascismo medra a la sombra de la “ultraderecha institucional” (como ocurre en las manifestaciones de SCC, JUSAPOL,…) la burguesía aún no precisa de ellos puesto que todavía no siente la amenaza de un movimiento obrero revolucionario en alza.
Ser cuidadosos en la caracterización no significa subestimar los movimientos fascistas que hoy aparecen, ni a la “ultraderecha institucional”. Al contrario, analizarlos con rigor es una necesidad para trazar una estrategia efectiva para combatirlos.
A la ultraderecha se la combate desde la calle
Ante la entrada de VOX en el Parlamento Andaluz, Pablo Iglesias no ha tardado ni 5 minutos a apelar al PSOE para conformar un “frente antifascista”, que sea “dique de contención”, apuntalando de paso el pacto en el gobierno estatal. Esta política va a la contra de lo que se precisa para combatir a la ultraderecha.
La ultraderecha se aprovecha del empeoramiento generalizado de las condiciones de vida de los sectores más empobrecidos para atizar su enfrentamiento con los inmigrantes. Para presentarse como alternativa a la “izquierda”, a quienes acusan de no solucionar los problemas (aprovechando las traiciones reales de la izquierda reformista).
Los líderes de la izquierda institucional piden apoyar a un Gobierno sometido a la UE y el Euro que no cuestiona el pago de la deuda, que avala los Pactos de Toledo condenando a los pensionistas a la miseria, que no cuestiona la Monarquía y niega el derecho a decidir a Catalunya, y que, ni tan siquiera, se plantea en derogar la Reforma Laboral de Rajoy (por no hablar de la de ZP).
Se apela al mismo partido que reformó el art. 135 de la Constitución que sacralizaba el pago de la deuda por encima de la Sanidad, la Educación. Que está salpicado por un sinfín de casos de corrupción como es el de los ERE en Andalucía y que, precisamente ahí, que en casi 40 años de gobierno ni impulsó ningún tipo de reforma agraria en el campo andaluz.
Atarse a este gobierno, renunciando a la lucha para apostar todo al juego parlamentario, es ser parte de los “gestores de la miseria”, lleva a la desmovilización y al desánimo a nuestra gente. Y es, precisamente de esta forma, en la que la ultraderecha avanza, facilitándoles el discurso. Así se abre la puerta a que la demagogia populista de extrema derecha pueda calar en la población trabajadora.
La alternativa sólo puede construirse desde la calle, apelando a la organización de la juventud y los trabajadores, a la movilización en los centros de trabajo, en las aulas o en los barrios. Sin ninguna confianza en este gobierno. Esa es la única vacuna posible ante el crecimiento de la ultra derecha.