rancia estremeció durante una jornada de huelgas memorable, principalmente en el sector de transportes. Los trabajadores de la SNCF, empresa estatal de ferrocarriles,  realizaron una primera y exitosa huelga para rechazar los planes del presidente Emmanuel Macron, que pretende profundizar la “guerra social” para destruir los servicios públicos y atacar los derechos conquistados de la clase trabajadora.

 

Concretamente, el gobierno francés pretender privatizar la SNCF, transformándola en una “sociedad anónima”. Esto, como se sabe, empeorará el servicio y beneficiará únicamente a un puñado de magnates. Ya se habla, por ejemplo, de privatizar líneas y de eliminar “trayectos secundarios” que no son “rentables”. Además, Macron anunció su objetivo de acabar con el Estatuto del Ferroviario, que garantiza derechos que fueron adquiridos y defendidos con mucha lucha, entre ellos el régimen de pensiones del sector.

Esta ha sido la huelga ferroviaria más fuerte y masiva desde 1995, cuando una ola de paros y movilizaciones masivas, de las que los ferroviarios fueron la punta de lanza, derrotaron la ofensiva del entonces presidente Alain Juppé en contra de la seguridad social y el sistema de pensiones. La huelga total de trenes duró en aquella ocasión unas tres semanas y las marchas superaron las dos millones de personas. Juppé tuvo que retroceder.

Ahora, el pulso se plantea de manera similar. De un lado, el conservador Macron está decidido a quebrar la resistencia obrera y privatizar los servicios públicos, algo que él llama “modernizar” y “sanear” el Estado; de otro, la clase trabajadora está dispuesta a resistir y defender sus derechos históricos. Los sindicatos anunciaron paros de dos días a cada cinco durante tres meses. Un total de 36 jornadas de huelga hasta junio. Este es el principal desafío que el gobierno de Macron enfrentó hasta ahora. La lucha se prevé larga.

Y la capacidad de presión que pueden ejercer los sindicatos no es menor. Los ferrocarriles transportan 4,5 millones de usuarios al día. El martes y miércoles fueron días de caos en toda Francia, principalmente en París, donde las filas del tránsito alcanzaron 400 kilómetros. Dentro del sector ferroviario, 35% de la plantilla secundó la huelga. El elemento determinante fueron los maquinistas, que se pusieron a la cabeza del enfrentamiento. Según la propia empresa, 77% de ellos adhirieron a la huelga, hecho que garantizó la paralización del servicio. En esta primera jornada de lucha circuló solamente uno de cada ocho trenes.

Si bien el destaque cupo a los ferroviarios, hubo otros sectores que fueron a la huelga: electricistas, profesores, trabajadores de la salud, y los trabajadores de la privatizada Air France. Estos últimos, que tienen el sueldo congelado hace una década, reivindican un reajuste salarial de 6%. La dirección de la empresa ofrece 1%. Los trabajadores de Air France anunciaron huelgas para el 7, 10, y 11 de abril.

La capacidad de organización y la disposición de lucha de clase obrera francesa muestran el camino a seguir en Europa y el mundo. Los próximos meses serán decisivos. O ellos, o nosotros. La base de los ferroviarios, de Air France, y de todos los demás sectores, debe mantenerse en pie de lucha y alerta ante la menor intención de las direcciones sindicales burocráticas de “negociar” los derechos de la clase trabajadora. Hay que confiar solamente en la enorme capacidad de movilización que existe. Sólo la acción directa, las huelgas y las movilizaciones callejeras, organizadas por medio de los mecanismos de la democracia obrera, puede llevar esta lucha a la victoria. Hay que seguir el ejemplo de 1995 y de muchas otras batallas en que sucesivos gobiernos franceses fueron derrotados.