¿Qué pasa en el Estado Español que no dimite un político ni aunque lo cojan metiendo la mano en la caja fuerte? Siempre tendrá el «y tu más», o «eso lo hacen todos», o el tan manido «es una campaña de desprestigio»; el «todos somos iguales» es ya un clásico.
Da lo mismo que en los papeles aparezca con todas las letras M. Rajoy, da igual que se compruebe que la sra Cifuentes no piso una clase del máster que dice que aprobó, o que la Aguirre estuviera en un charco de ranas, ella era la princesa encantada que no se enteraba de nada; a nadie parece importarle, y menos a él, que lo saquen los medios de vacaciones con un narco convicto y confeso, cuando uno era suministrador del servicio gallego de salud y el otro alto cargo de ese servicio…
¡Aquí no dimite ni dios! Suena berlanguiano, pero es que Berlanga es el mejor retratista de la «España» actual, pena que ya haya muerto, nos podría haber regalado con otra de sus obras maestras.
¿Cuál es la razón para que un político español no dimita, mientras en otros estados capitalistas dimiten por asuntos a años luz de gravedad que los de aquí?
No es que esos estados sean precisamente humanitarios, son responsables de bombardeos y ocupaciones militares, de políticas de ajuste y recortes muy semejantes a los que aquí se aplican; pero hay un tema que se lo toman en serio, si te cogen haciendo trampas, dimites.
En Alemania, por un plagio de una tesis (no la falsificación, como parece que fue, de unas notas, que es delito, mientras lo otro es una sola falta de ética) dimitieron algunos ministros; en Gran Bretaña un ministro dimitió porque quiso evitar pagar una multa de tráfico (¡una multa de tráfico!); en Japón alguno llego a llorar pidiendo perdón públicamente. Hace nada que en Francia han detenido a Sarkozy por el mismo delito que se acusa a M.Rajoy, financiar ilegalmente a su partido por el mismo que era amigo de Aznar, Gadaffi.
En Corea del Sur el pasado año estuvieron varios meses movilizándose masivamente en las calles, incluso con huelgas generales, hasta que consiguieron hacer dimitir a la presidenta de la república, acusada de corrupción
¿Que tienen los políticos españoles para que esa asunción de responsabilidades les resbale? Y que tiene la sociedad española para asumir con paciencia ese insulto constante a la inteligencia.
La razón de fondo es que el capitalismo español es como una sanguijuela que vive de los Presupuestos generales del Estado, de los presupuestos de las CC AA y de los municipios; el grueso del capitalismo español espera como agua de mayo la aprobación de esos presupuestos, porque de ahí va a sacar los réditos de sus inversiones. Gráficamente descrito, el «palco del Bernabéu» es el ejemplo de ese capitalismo español; y los políticos españoles están abonados a ese Palco, comenzando por M. Rajoy.
No es la única explicación, a partir de ella se construye todo un estado que nos conduce a que el «todos somos iguales» tenga un punto de verdad; los otros dos partidos de esa coalición de gobierno «in pectore» que han construido, PSOE y Cs, tienen mucho que ocultar.
Los primeros porque están enfangados en asuntos de corrupción de altos vuelos (EREs), y los otros porque son «aprendices de brujo», y como buenos políticos españoles saben que sus amigos del IBEX 35 solo les dejaran gobernar, si cuando lleguen a la Moncloa (si es que llegan), harán lo que han hecho PPSOE, saquear las cuentas publicas, hacer obras estúpidas y faraónicas, … para que las grandes constructoras construyan AVEs, Puertos Exteriores, Aeropuertos, Ciudades de las Artes o de la Cultura (País Valenciano y Galiza unidas por el amor la «cultura»), hasta en la puerta de casa. Aunque no sirvan para nada, y solo supongan que dentro de diez años tengamos que rescatarlas.
En ese enfangue en la corrupción también encontramos a las cúpulas de los principales sindicatos españoles, que llevan décadas viviendo de las subvenciones del estado, de los cursos de formación, de ser parte de empresas que gestionan las pensiones publicas, de donde sacan pingues beneficios. ¿Cómo van a morder la mano que les da de comer?
Esta bien puede ser otra explicación para que la sociedad española esté adormecida, y tolere pasivamente una corrupción que lo pudre todo.
También puede haber explicaciones históricas, y psicológicas. La sociedad española es una sociedad infantilizada hasta la nausea; si hasta precisamos de un «papa/rey» que, como hijos descarriados, nos diga lo que tenemos que hacer, sin otro aval que la biología, y donde la apología de la ignorancia es su pata fundamental. Ver a una mujer criticar en Mallorca que se habla catalán, y después decir… «no vuelvo a Canarias», daría la risa, sino fuera porque expresa esa ignorancia fomentada desde los poderes y los medios.
Pero la razón más profunda es la histórica, que está ligada a esa ignorancia de la que tanto se alardea en el Estado Español (cuanto más ignorante, más gracia hace, nos reímos del ignorante). Es un dogma, que hasta Rajoy dice enfáticamente (y seguramente se la cree, porque su libro de cabecera es el Marca): España es la nación más antigua del mundo. Ya le vale.
Este mirarse el ombligo de un Estado que no gana una guerra desde hace 400 años, pero sigue brindando como los Tercios de Flandes (como hizo un dirigente de Vox), es de una altivez que da miedo. La arrogancia de los políticos españoles es directamente proporcional a la ignorancia de la que hacen gala (no quiere decir que lo sean, alguno lee más que el Marca).
Esta explicación histórica, que ha construido la psicología del político español, va ligada a un clasismo enfermizo. El desprecio hacia los de «abajo», aquí no quiere ser obrero ni el obrero, es “clase media”, el «hijodalguismo» español que tapa sus vergüenzas con la capa y el sombrero de ala ancha, que quiere parecerse a los poderosos sin serlo, le lleva a una incapacidad congénita para reconocer los propios errores, y asumir sus consecuencias. Es otra cara de la infantilización de la sociedad.
Evidentemente no es fácil acabar con esas estructuras sociales, políticas… hasta psicológicas; para eso deberíamos seguir el ejemplo de Corea del Sur, movilizarse hasta derribar a los corruptos. Cuando pasemos del «aquí no dimite ni dios» es que habremos comenzado a superar esa infantilización de la sociedad, y a derribar las estructuras que sobre ella se han construido.