El proceso independentista ha hecho aflorar y ha profundizado una importante división entre los obreros. Hay un sector al que, por su origen, cultura y lazos familiares, le aterra que Cataluña se separe del Estado. Una parte de ellos, olvidando que son trabajadores, se ha dejado arrastrar por el españolismo, avalando la negación del derecho a decidir e incluso justificando la represión. Así, se han colocado en la trinchera del Rey, los banqueros y grandes empresarios y la Europa del capital (UE), al lado de la derecha neofranquista del PP y Ciutadans. Han hecho de furgón de cola de un bloque reaccionario donde se ha integrado el PSOE, que de obrero y socialista ya no le queda nada.
No han pensado, sin embargo, que la victoria de este bloque sólo puede significar más represión y ataques a las libertades y nuevas agresiones a los derechos laborales y sociales básicos de toda la clase trabajadora.
El movimiento independentista
Uno de sus argumentos es que el movimiento independentista es un montaje de la burguesía catalana. Pero se olvidan que el núcleo duro de ésta (la Caixa, banco Sabadell y la gran patronal) es enemigo jurado de la independencia y está con el Rey y Rajoy.
Tampoco tienen en cuenta que cuando 2,3 millones de personas, desafiando una represión salvaje, votaron el 1-O, lo que tenemos delante es un gran movimiento democrático. Este movimiento descansa en una amplia mayoría de las clases medianas catalanas, junto a las cuales participa un sector de trabajadores, sobre todo en comarcas y sectores no fabriles, así como toda una parte de la burguesía media. Este movimiento tiene que ver con la opresión nacional y la crisis social.
Por supuesto, el movimiento tiene una dirección. Entre ellos Artur Mas, el Presidente de los recortes y de la represión que reventó un ojo a Esther Quintana. Su partido, que es el de Puigdemont, nunca ha dudado en votar con el PP leyes contra los trabajadores. Los principales dirigentes, Puigdemont y Junqueras, lo son también de un govern que, sometido a la UE y a Montoro, ha mantenido los recortes y privatizaciones.
El movimiento independentista, además, ha limitado su lucha a los derechos democráticos y nacionales y a combatir la represión y no ha hecho suyas ni una sola de las grandes reivindicaciones obreras y populares: derogación de las reformas laborales, pensiones dignas garantizadas por los presupuestos, fin de la precariedad, reversión de los recortes y privatizaciones, salario mínimo de 1000 €, fin de los desahucios o una universidad al alcance de las familias obreras.
Una mayoría de trabajadores vive el conflicto nacional como algo ajeno
Ante esto, y en una situación donde CCOO-UGT se han alineado con el 155 y sindicatos alternativos como la CGT han considerado el conflicto como algo ajeno a la clase obrera, no es extraño que una mayoría de trabajadores piense que la cosa no va con ellos. Repudiaron la brutalidad policial y están por el derecho a decidir, pero no se identifican con la lucha por la República catalana.
Pero la batalla por la libertad nacional catalana tiene que ser también la batalla de la clase obrera. Por su propio interés de clase. Las razones son claras: conseguir la República catalana es un golpe de frente a la Europa del capital y un misil al corazón del régimen monárquico, cuyo hundimiento levantaría las compuertas a las reivindicaciones obreras y populares y haría posible abrir una vía a la transformación socialista.
La República catalana y el programa de la clase obrera
Los trabajadores tenemos que ser sinceros y consecuentes en la lucha por los derechos democráticos y nacionales. Esto es, además, condición para ganar las clases medias a nuestra causa. Además, los hechos han demostrado que bajo la dirección burguesa, el pueblo catalán nunca conquistará la República y que esta sólo será posible si los trabajadores asumimos esta lucha y la fundimos con nuestras reivindicaciones.
La unidad de clase está por encima de cualquier «unidad nacional». Estamos mucho más cerca de los trabajadores de Vallecas, Málaga o Valencia que de cualquier empresario catalán, por independentista que sea. La República catalana no es una consigna «separatista» sino la base para construir una unión libre de repúblicas. Los trabajadores queremos una unión libre, no forzada. El combate por una República catalana es, además, parte de la lucha por una Europa socialista de los trabajadores y los pueblos.