La Unión Europea puede sobrevivir al Brexit, pero lo que no puede hacer es sobrevivir a una posible salida de Francia. Esta verdad es la que marca las elecciones francesas, donde el pueblo va a tener que escoger entre la extrema derecha de Le Pen y la derecha de… Ni se sabe bien quien, pues a cada candidato que encuentran, le sale un asunto de corrupción.
Por Roberto Laxe
El pasado año, por estas fechas, comenzaba una oleada de huelgas y movilizaciones obreras contra la reforma laboral que duró hasta comienzos de verano, y fue cerrada por decreto, por el gobierno de Hollande. La burguesía europea y francesa, al igual que había hecho en Grecia y en el Estado español, para garantizar la aprobación de las medidas con la que buscaba aumentar la explotación de los trabajadores y trabajadoras, “suicidó” al Partido Socialista.
Por su parte, la otrora fuerte extrema izquierda francesa, con sus dos grandes representantes, la LCR y Lutte Ouviere, está en bajo mínimos. La primera, bajo la teoría neoreformista de la alianza entre revolucionarios y reformistas “honestos” se había suicidado hace unos años, transformándose en el Nuevo Partido Anticapitalista, con la esperanza de recoger los votos de las clases medias que pudieran saltar del desaparecido PCF y sobre todo del PS en crisis, y ahora en caída libre. La segunda, ahogándose en su propio sectarismo nacionalista, incapaz de ver más allá de las fronteras francesas.
En estas condiciones, la clase obrera francesa, a pesar de su combatividad, de ser capaz de comenzar a reorganizarse a través de la organización sindical de Solidaires, se encuentra sin un referente político que exprese, también en las elecciones, sus opciones de lucha contra la UE y por otra Francia.
Hay un dicho que expresa el papel de Francia, de su clase obrera, en Europa: cuando Francia estornuda, Europa se acatarra. La clase obrera francesa el pasado año se puso al frente de la lucha contra la UE, con sus métodos de huelga y ocupación de fábricas, refinerías, etc. -diferencia clave con los procesos dirigidos por las clases medias en el Estado Español e Italia-, con sus organizaciones, la CGT, Solidaires. Fueron un ejemplo, y se encontraron sin dirección política, por la dimisión del NPA y de LO.
Pero el aislamiento de las luchas en el marco nacional, cuando por lógica tenían un carácter plenamente europeo, y la inconsecuencia de la CGT, atada al Estado y con miedo a que la lucha se desbordara, negándose a convocar a la huelga general contra la reforma laboral, sentaron las bases para la derrota parcial.
Ahora se quejan de que Le Pen y la extrema derecha crece: recuperemos a Gramsci, “mientras lo nuevo no nace, y lo viejo no muere, en ese interregno surgen los monstruos”. Le Pen, el movimiento de Macron “ni de izquierdas ni de derechas”, ex ministro liberal de Hollande que querría ir más allá en las reformas, son los monstruos que vienen desde la burguesía y el capital.
Dentro del movimiento obrero también surgen esos monstruos, que adoptan las formas de la conciencia antipartido y la apatía, favoreciendo que los sectores más atrasados de la clase obrera apoyen opciones de extrema derecha. Estos monstruos dentro del movimiento obrero impiden que se forme en Francia una alternativa revolucionaria, que enfrente coherentemente al seudo aislacionismo de Le Pen. ¿Alguién duda que Le Pen es tan imperialista como todos los demás?, como al falso europeísmo imperialista de Hollande, Macron, Fillon o Sarkozy.
La disyuntiva en Francia no es entre la antieuropea Le Pen o el pro europeo candidato que sean capaces de levantar; sino entre la Francia obrera que se manifestó el pasado año, y la actual Unión Europea, con un alternativa que enfrente con claridad la demagogia antieuropea de Le Pen; una alternativa que no se va a construir solo en Francia, sino en alianza con la clase obrera del resto de Europa.
A estas alturas de la crisis, y habiendo visto el pasado año a la clase obrera francesa dando ejemplos sobrados de su papel social y su capacidad para paralizar un país, para cualquier revolucionario deberían estar claras dos opciones, una, la clase obrera es el sujeto social de la transformación socialista de la sociedad, dos, la construcción del partido no cabe dentro de las fronteras nacionales, las desborda, como las desborda la lucha obrera.
En Francia el NPA renunció hace mucho tiempo a esas dos perspectivas, y, tengo la impresión, debe haber sectores internos del NPA que tienen que estar dándose golpes en el pecho por haber disuelto una organización con la tradición de la LCR. Por su parte, LO nunca entendió que la gran obra de Trotski, reconocido expresamente por él, no fue ni la construcción del Ejército Rojo ni la toma del poder por los bolcheviques, sino la construcción de la IV Internacional.
La UE no puede sobrevivir sin Francia, es cierto, pero no puede ser que caiga bajo los golpes de la extrema derecha xenófoba, tan antiobrera como la derecha europeísta; la clase obrera no puede dejar que la ruptura con la UE lo encabecen las versiones Trump en Europa; sino que debe ser ella misma, bajo las banderas de los Estados Unidos Socialistas de Europa.