“La verdadera emancipación de la mujer, sólo empieza allí donde se inicia la lucha contra esa pequeña economía doméstica o mejor dicho con su masiva reorganización en el marco de una gran economía socialista” (Lenin).
Los bolcheviques tenían claro que la igualdad jurídica ante la ley, no era suficiente para lograr la emancipación de las mujeres o la igualdad real en la vida, sino que esta pasaba por su incorporación plena a la vida política y a la producción, en igualdad de condiciones que el hombre, lo que significaba socializar las tareas domésticas y de cuidados por parte del Estado. Su participación en los procesos productivos al igual que ocurrió en otros aspectos de su emancipación, fue un proceso complejo ligado a las propias condiciones materiales de vida que existían de forma previa y posterior a la revolución y donde se dieron enormes avances, pero también retrocesos, en una relación dialéctica con la propia dinámica de la revolución socialista.
Por Laura Requena
La situación de las mujeres rusas durante el zarismo
Para entender el enorme avance que supuso la revolución rusa para la mujer soviética en todos los terrenos, es necesario saber primero cual era su situación dentro del enorme territorio que abarcaba la Rusia zarista.
La mujer proletaria
En las grandes urbes, la mujer se veía obligada trabajar en los talleres y fábricas 12 y 13 horas diarias en durísimas e insoportables condiciones. Mujeres obreras que cobraban la mitad o dos terceras partes menos que sus compañeros masculinos, igual que en el resto de Europa. Por temor a ser despedida, la mujer frecuentemente ocultaba su preñez y daba a luz en el mismo taller, volviendo al día siguiente a éste. En el centro del país, en Moscú, más de una tercera parte de los hijos de familias obreras morían antes de llegar a tener un año. A la edad de 30-40 años, la mujer obrera era ya una inválida.
La campesina o “mujer del Mujik”
Pero la inmensa mayoría de las mujeres se encontraban en las zonas rurales. La vida de la campesina era más dura aún. Las mujiks o esposas de los campesinos, eran poco menos que esclavas de su marido, al que según la doctrina bizantina, debían obediencia absoluta. Sullerot explica que “estaban sometidas a las tareas más duras y su vida social se limitaba a una religión totalmente impregnada de supersticiones”. El 88% de las mujeres rusas eran analfabetas. La periodista Anna Louise Strong, que visitó la URSS en 1920, dio testimonio sobre la cultura reaccionaria que existía en Asia Central, donde las mujeres eran bienes inmuebles vendidos en temprano matrimonio, a partir del cual nunca volvían a ser vistas en público sin el horrible “paranja”, un velo largo y negro de crin tejida, que cubría el rostro entero dificultando la respiración y la visión. La tradición otorgaba a los maridos el derecho de matar a sus mujeres si se quitaban el velo.
A pesar de su opresión o quizás justamente por ello, las mujeres venían participando de las luchas obreras junto a sus compañeros de clase, como en la revolución de 1905. En 1912 hubo revueltas de mujeres campesinas contra las autoridades y en 1913 las hiladoras de San Petersburgo promovieron una huelga que tomó grandes proporciones y fue duramente reprimida por la fuerza armada.
Al igual que en el resto de Europa, la intervención de Rusia en la I guerra mundial, hizo que en las grandes urbes, las mujeres ingresaran de forma masiva a las fábricas para suplir a los hombres que estaban en el frente. Según Andrea D’Atri, las obreras agrícolas alcanzaron a representar el 72% de los trabajadores rurales. En las fábricas pasaron de ser el 33% en 1914 al 50% de la fuerza de trabajo en 1917. Y esto es un dato esencial para entender, el papel crucial de las mujeres en la Revolución de Febrero, antesala de la de Octubre, que estalló por Paz, Pan y Tierra. La guerra significaba para ellas, además de una situación de angustia por sus maridos, padres y hermanos en el frente, dobles jornadas de trabajo en la industria pesada y en el hogar. Las mujeres socialistas, con Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo, Krupskaia, o Armand a la cabeza, fueron las primeras en condenar la guerra en la III Conferencia Internacional de Mujeres socialistas en marzo de 1917, antes de la famosa Conferencia de Zimmerwald.
Las medidas de los bolcheviques
Tan sólo cuatro días después de la toma del poder, en Octubre de 1917, los bolcheviques establecieron la jornada de ocho horas y prohibieron el trabajo nocturno y en las minas para las mujeres y adolescentes. Enseguida aprobaron subsidios y licencias de maternidad remuneradas de ocho semanas antes y después del parto, para la mujer trabajadora.
La primera Constitución soviética estableció que las mujeres disfrutarían de derechos iguales a los hombres en todos los terrenos de la vida económica, pública, cultural, social y política. En Septiembre de 1918, un texto reglamentó la igualdad salarial entre hombres y mujeres, con lo que la URSS se convirtió en el primer Estado en regular en su legislación el principio de “A igual trabajo, igual salario”.
Las medidas tomadas por los bolcheviques en los primeros años de la Revolución Rusa para emancipar a las mujeres, no eran sino las que las mujeres socialistas llevaba décadas reivindicando en sus propios países.
En el ámbito rural por su parte, el Código de Tierras aprobado en 1922, otorgaba por primera vez en la historia a las mujeres campesinas, la igualdad en el acceso a la tierra, la propiedad, el derecho a irse de la familia si querían y a la participación en las decisiones comunales, aunque esto era difícil de implementar en la práctica. Aún así, el Partido instaba a las mujeres a tomar parte del gobierno local para que pudieran escucharse sus reclamos.
La Guerra civil
Durante la guerra civil contra los invasores extranjeros y la contrarrevolución interior en el período de 1918-1920, las mujeres sustituyeron a los obreros que marcharon al frente y pusieron de su parte todo lo posible para asegurar la victoria del Ejército Rojo: Trabajaban en los talleres y fábricas, en los campos, en las minas y como fogoneras en las locomotoras. Se entrenaban en los ejercicios militares, ingresaban en las unidades del ejército como enfermeras, exploradoras, tiradoras de ametralladora y como combatientes. Las mujeres predominaban en muchas ramas de la economía y eran la cuarta parte de la fuerza laboral en sectores tradicionalmente masculinos como la industria del metal o la quinta parte en las minas. La gran tarea a la que había que incorporar a las mujeres era la defensa del Estado obrero.
Hay un discurso de Lenin a las mujeres sin partido donde en 1919 apela a estas para que tomen la tarea de asegurar el abastecimiento y distribución de los productos y la gestión de los restaurantes públicos. Con el tiempo este discurso fue motivo de críticas por un sector del feminismo que acusa injustamente a Lenin de ser machista por llamar a las mujeres a ocuparse de estas tareas tradicionalmente femeninas. Lo cierto es que había mujeres en el ejército, aunque como una distorsión heredada de la sociedad zarista, eran minoría. Lenin lo que hizo fue llamar a las mujeres en estos momentos tan difíciles, a hacer lo que mejor sabían. Pero si se leen los discursos y escritos de esa época, tanto de Lenin como de Trotsky , se demuestra que los bolcheviques hicieron un esfuerzo enorme por incorporar a las mujeres a la gestión de todas las empresas públicas, a todas las tareas de Administración del Estado y para que se propusiesen como delegadas a los soviets. Tenían muy claro que sin convencer e incorporar a las millones de mujeres que había en todos los rincones del territorio soviético, era imposible construir el socialismo.
Cuando acabó la guerra civil, tanto la población como la economía soviética estaban devastadas. Entre 1918 y 1919, un millón de personas murió como consecuencia del tifus. A finales de 1920 las enfermedades, el hambre y el frío mataron a cerca de 7 millones y medio de rus@s y la guerra se había cobrado 4 millones de víctimas. A esta espantosa destrucción de las fuerzas productivas, se sumaba el atraso industrial, la baja población urbana y la preponderancia del campo. Esto hizo que los bolcheviques decidiesen impulsar una Nueva Política Económica (NEP) entre 1921 y 1928.
Las consecuencias de la NEP sobre la mujer soviética
A la vuelta de la fuerza laboral masculina que en parte reemplazó a las mujeres en las fábricas tras finalizar la guerra civil, se sumó el cierre de muchos de los talleres y fábricas y las mujeres fueron las primeras en ser despedidas. Durante la NEP, El Estado achicó el gasto social para guarderías, orfanatos y otras instituciones de apoyo a las madres trabajadoras, lo cual dificultaba sus posibilidades de conseguir empleo o recibir la formación técnica que necesitaban o participar de la vida política. Según W.Goldman, entre 1921 y 1927, el número oficial de mujeres desempleadas se multiplicó por seis, pasando de 60.975 a 369.800. Las mujeres cobraban además salarios más bajos porque tenían los empleos menos cualificados, ya que uno de los efectos de la NEP fue desplazar a las mujeres de la industria pesada a trabajos tradicionalmente femeninos como la costura o la producción de alimentos.
Para tratar de paliar esta situación, El XIII Congreso del Partido en Mayo de 1924, decidió que la conservación de la mano de obra femenina en las empresas tenía una importancia política. Se prohibió despedir a madres solteras y se impuso en todos los organismos económicos el reforzar el trabajo de las mujeres y ayudarlas a adquirir una cualificación. En Noviembre de ese mismo año, con acuerdo del Zhenotdel, se revocó la prohibición del trabajo nocturno para las mujeres en un intento de que los administradores tuvieran menos excusas para despedir a las mujeres.
Por su parte el Zhenotdel organizó un gran congreso de mujeres trabajadoras y campesinas en Moscú, donde pudieron analizar y discutir las condiciones de la mujer en el campo y la ciudad y las causas del desempleo femenino. A pesar de todos los decretos y legislaciones a favor de estas, la discriminación de las mujeres persistía, no tanto ya por los efectos de la NEP sino porque las medidas legales no eran suficientes para acabar por sí solas con siglos de discriminación y estereotipos machistas. El desempleo femenino durante la NEP supuso asimismo un aumento de la prostitución. El nuevo código familiar que fue ampliamente discutido y finalmente aprobado en 1926, aprobó nuevas disposiciones para paliar los efectos negativos de la NEP entre mujeres y niños.
En el ámbito rural por su parte, tanto Krupskaia en sus escritos de la época como Sullerot, destacan como para la emancipación de la mujer rural, tuvo enorme importancia la colectivización de la agricultura. La colectivización cortó con el aislamiento en que vivían las familias campesinas, cortó las raíces de la religión y de este modo lograba poco a poco emancipar a la mujer. El partido bolchevique trajo a estas zonas un primer mensaje de libertad: Se fundaron clínicas de atención a la infancia donde las mujeres nativas se quitaban el velo en presencia de otras personas. Aun así, fue una lucha muy dura, donde las mujeres en los koljoses tuvieron que vencer la desconfianza, las burlas y hasta la violencia y hostil oposición de las capas más atrasadas de los campesinos.
Para que las mujeres pudiesen cumplir con nuevas y mayores responsabilidades, tanto en el medio rural como en las urbes, fueron integradas masivamente en cursos técnicos y superiores, en una auténtica “revolución cultural femenina”. En 1928 el número de mujeres en distintos cursos era de 83.137 y en 1933 subió a más de medio millón!
Los planes quinquenales y el giro del estalinismo.
A partir de 1928, el Estado llevó a cabo un esfuerzo masivo para colectivizar la agricultura e industrializar la economía. Entre 1928 y 1933, el número de mujeres activas aumentó hasta 5 millones y en 1937 era ya de 6.6 millones. El primer plan Quinquenal (1927-28) no dio tantas oportunidades a las mujeres que seguían en industrias tradicionalmente femeninas, pero en 1931 se publica un Decreto con un listado de ocupaciones cualificadas donde la mano de obra femenina debía incrementarse. En 1931 existían en el campo, 6000 mujeres presidentes de koljoses y 28.000 jefas de brigada. En 1940 llegarían a 15.000 y 42.500 respectivamente, además de 7000 conductoras de tractores. En la industria forman el 15% de los operarios torneadores, el 38% de los fresadores y el 65% de los taladradores. Las mujeres aumentaron en la construcción, los ferrocarriles, la minería, la metalurgia y la producción de maquinaria. En el segundo Plan Quinquenal conformaban ya el 44% de los nuevos trabajadores de la construcción y el 80% de los nuevos trabajadores industriales. Al finalizar este, la mitad de las mujeres empleadas (4.3 millones) trabajaban en la industria pesada, la construcción y el transporte. Al igual que el resto de trabajadores de la URSS, tenían posibilidad de acceso a la educación en todos los niveles y recibir asistencia médica de forma gratuita.
El caos de la industrialización estalinista y las colectivizaciones forzosas de tierras junto a los bajos salarios, deterioraron mucho las condiciones de vida y vivienda de la mujer trabajadora. Esto unido al movimiento estajanovista que surgió en el año 35 y sobre todo, al abandono del ideal bolchevique de que fuese el Estado quien se hiciese cargo de las tareas domésticas y de cuidados, tuvo consecuencias desastrosas para las mujeres. Como cuenta Jean Jacques Marie:”Mientras la obrera y la empleada están sometidas a una opresión social y a una esclavitud familiar que se presentan como la misma realización del socialismo, la esposa del alto burócrata, liberada de las preocupaciones de lo cotidiano gracias a una red de tiendas especializadas y una oferta barata de mano de obra femenina para el servicio doméstico, puede dedicarse al ocio, siempre y cuando la represión policial no venga a enturbiar su bienestar provisional”.
La II Guerra Mundial
A diferencia de los países capitalistas en la URSS, tras la II Guerra mundial, las mujeres no sólo no perdieron sus empleos, sino que el número de mujeres empleadas siguió creciendo en todos los sectores de la producción. Y la evolución más espectacular se produjo en los trabajos “intelectuales”. Las mujeres eran la mayoría del personal médico del país y en profesiones como ingenieros diplomados o juristas, su número era mucho mayor en proporción al de cualquier país capitalista. Lograron una mayor independencia económica y una participación más igualitaria en la vida social, si las comparamos con las mujeres del resto de Europa, donde no se consiguió derecho al voto hasta los años 20 y 30 y la legislación nazi y fascista supuso un retroceso enorme para ella. Pero las soviéticas pagaron un alto precio por ello.
El estalinismo necesitó mantener y fortalecer la incorporación de las mujeres a la vida laboral, en su empeño de igualar y superar el desarrollo industrial y económico de las potencias imperialistas. Pero la reaccionaria política familiar estalinista, retornó a la glorificación de la familia y la maternidad, cuyo fin era mantener los privilegios de una casta burocrática en el poder, devolvió la carga y la responsabilidad de las tareas domesticas y de cuidados sobre sus hombros, impuso la maternidad y la heterosexualidad obligatoria y la vuelta a una moral sexual burguesa. Y lo peor es que, como señala Goldman, “todo esto se hizo en nombre del socialismo”.
Bibliografía
Historia y sociología del trabajo femenino. Evelyne Sullerot. Ediciones Península.1970
La mujer, el Estado y la Revolución. Wendy Z. Goldman. Ediciones IPS.1993
El Marxismo y la liberación de las mujeres trabajadoras. De la Internacional de Mujeres socialistas a la Revolución Rusa. Cintia Frencia y Daniel Gaido. Ediciones Ariadna 2016
La mujer en la Unión Soviética. T Serebrennikov. Ediciones en lenguas extranjeras. Moscu 1943
Andrea D´Atri. El rol de las mujeres en la Revolución Rusa.CEME