Por ahí no hay salida
Dos elecciones, dos investiduras fracasadas y, acechando, el fantasma de unas terceras elecciones. La crisis de gobernabilidad prosigue. Mientras cunde el desinterés general por abajo, por arriba arrecian las presiones para dar a esto una pronta solución. Los amos -las empresas del Ibex 35 y los jerarcas de la UE- exigen poner fin al Gobierno en funciones más largo de la historia. No quieren terceras elecciones. Necesitan un gobierno con una mínima estabilidad para aplicar los planes de guerra social, que ellos ya han determinado, contra el pueblo trabajador.
Editorial Página Roja 38
Les hace falta, cuanto antes, un Gobierno que dé estabilidad política porque, tras el Brexit, las aguas bajan revueltas en la UE. Un Gobierno que comience cuanto antes con los recortes “estructurales”, cuantificados en 10.000 millones entre 2017 y 2018. Un Gobierno que siga dando vueltas de tuerca a las reformas laborales, dé otro giro de rosca más a las pensiones, continúe aumentando la precariedad laboral y, por supuesto, que meta en cintura a los catalanes.
Los cuatro grandes actores (PP, PSOE, Ciudadanos y Unidos Podemos) se reprochan unos a otros la falta de colaboración para que haya Gobierno.
Todo gira en torno a encontrar una salida en el marco de la actual aritmética parlamentaria, aunque para ello haya que defender los maridajes más insólitos. Hablan de distintas opciones. una es la de Rajoy: un Gobierno PP-Ciudadanos, con abstención del PSOE. Otra es la de Sánchez: un “gobierno de progreso y regeneración democrática» formado por el PSOE y pactado con Ciudadanos y Unidos Podemos. La tercera es la de Iglesias: un gobierno PSOE pactado con Unidos Podemos y con la abstención de los nacionalistas.
Todo gira en torno a encontrar una salida en el marco de la actual aritmética parlamentaria, aunque para ello haya que defender los maridajes más insólitos
En el primer caso tenemos un gobierno de pura continuidad de Rajoy; en el segundo un gobierno que continuaría aplicando lo fundamental de las políticas de Rajoy a cuenta de la UE y las grandes empresas así como negando el derecho a decidir de los catalanes. Y en cuanto al tercero, no pasa de ser una argucia electoral porque el PSOE no está dispuesto de ninguna manera a ceder a la reclamación democrática de Cataluña. Por lo demás, continuaría sometiéndose a los planes antipopulares decididos por la UE .
La indiferencia general entre amplios sectores de los trabajadores y la juventud se asienta en que vivimos en dos mundos diferentes. Mientras los de arriba siguen enredados en las cabilas en las que sus propias reglas del juego les metieron y juegan al solitario, los de abajo soportamos el peso ineludible de la vida cotidiana, es decir: el desempleo masivo, los salarios de miseria, la pobreza creciente, los trabajos basura, los jóvenes que emigran, las empresas que se cierran…. Y para eso ninguno, absolutamente ninguno, tiene oferta de cambio que hacer, porque ninguno propone enfrentar los problemas de fondo: los planes de la Unión Europea, el No pago de una deuda infame que estrangula al país; derogar las reformas laborales (las del PSOE y las del PP), permitir el derecho a decidir …
Están ahora a expensas de lo que acontezca en las elecciones del País Vasco y Galicia para mover ficha, pero sea cual sea el resultado electoral, la resolución seguirá siendo el juego del solitario. Ellos se lo guisan, ellos se lo comen.
Con las reglas del juego del régimen NI UNIDOS NI PODEMOS
Las movilizaciones sociales, las huelgas, tomas de plazas, las mareas que prosiguieron al inicio de la crisis económica, las movilizaciones en Cataluña, fueron las que abrieron la crisis política del Gobierno, del régimen y del bipartidismo. Pero en lugar de ahondar por esa vía, el empeño fue apostar por reconducir al movimiento a la vía institucional. Apostaron por ocupar “la centralidad del tablero” en lugar de patearlo, que era lo que se necesitaba.
Podemos con la inestimable ayuda de la burocracia sindical y de IU, han sido los principales responsables de reconducir la bronca y la protesta social al juego con las reglas impuestas por los que llevan décadas jugando a lo mismo. Apostaron por sacar la lucha de la calle para “ganar las instituciones”. Pero lejos de la menor reflexión tras los resultados, con su prepotencia habitual, Pablo Iglesias apostilla que es una “idiotez” decir que “la lucha está en la calle y no en el parlamento“. Y de aquellos polvos estos lodos. Ahora sin el “sorpasso”, sin cambio de ningún color, están enredados en una aritmética parlamentaria que es un callejón sin salida y que los convierte en uno grupo más de “la casta”.
Unas elecciones cuyas reglas son que un voto, si es de una zona rural rica vale más que si es de un barrio obrero, no respeta ni el viejo principio democrático burgués de una persona un voto; unas elecciones donde el monopolio de los medios de comunicación lo tienen los ricos y ellos son los que deciden qué campaña se visualiza y cual no; unas elecciones donde a los candidatos electos no hay forma de revocarlos aunque digan y hagan lo opuesto a lo que prometieron cuando se presentaron; unas elecciones que no permiten por Ley que concurran los partidos legalmente constituidos, incluso que hasta liquidan candidatos sin más como el caso de Otegi. ¿Con esas reglas del juego querían hacer EL CAMBIO? Y visto los resultados ¿insisten?
La extrema debilidad del gobierno brinda una oportunidad de oro para volver al sendero que se abandonó, el de la calle, las mareas, las huelgas, la protesta social… romper sus reglas del juego, patear su tablero y poner el centro los verdaderos problemas que sangran la vida de los trabajadores y liquidan los derechos democráticos y hacerlo cuanto antes mejor.
La extrema debilidad del gobierno brinda una oportunidad de oro para volver al sendero que se abandonó, el de la calle, las mareas, las huelgas, la protesta social
Imponer desde la calle un plan de rescate de los trabajadores y el pueblo y nuevas elecciones con nuevas reglas, en donde cada diputado electo responda al mismo número de votos, donde los partidos legalizados cuenten con las mismas condiciones y derechos, donde los medios de comunicación estén obligados a garantizar la igualdad de oportunidades a todos los candidatos/as; donde los diputados puedan ser revocables y su salario no exceda el salario medio de un trabajador.
Lo demás no serán más que juegos al solitario y recambios.