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Muertes por calor extremo en el Estado español: Una muestra de la irracionalidad y la injusticia de este sistema

Mientras el planeta va camino de registrar 2024 como el nuevo año más cálido que los humanos hemos vivido, la península Ibérica lleva ya cuatro olas de calor este verano, sin haber terminado siquiera el mes de agosto. En estos días salió a la luz un estudio de IS Global, publicado en la revista científica Nature medicine, que revela que, en 2023, hubo al menos 47.690 muertes prematuras en toda Europa, por calor extremo. El país con más muertes fue Italia, que sumó 12.743, seguido de España con 8.352. ¿Qué esconden estos datos?

Por: Laura

Olas de calor y fenómenos meteorológicos extremos, que se ceban en las más pobres

El estudio recoge que esta cifra fue menor que en 2022, cuando al menos 61.000 personas murieron en Europa. Según los expertos, los planes contra el calor puestos en marcha, así como una relativa adaptación de la población al exceso térmico en estos años, han servido para reducir la mortalidad hasta en un 80%.

Aun así, la mortalidad vinculada al exceso térmico, ha aumentado alrededor de un 30% en los últimos 20 años en Europa. El pasado 22 de julio fue el día más caluroso de la historia desde que se toman registros de temperatura, con una media de 17,16ºC en todo el planeta, pulverizando marcas anteriores. Europa es el continente que se calienta más rápido, alrededor del doble de la tasa media mundial. Los tres años más cálidos registrados en el continente se produjeron desde 2020 y los 10 más calurosos, desde 2007.

Es un hecho que las medidas puestas en marcha por las administraciones siguen siendo claramente insuficientes y están muy por detrás de lo que se necesita para prevenir este desastre a gran escala. Un desastre en el que las víctimas están sesgadas por factores como el género (un 55% superior en mujeres que en hombres en toda Europa), la edad (especialmente alto entre las personas mayores de 80 años), el lugar de residencia (los habitantes de zonas urbanas donde se forman las llamadas “islas de calor” son seis veces más vulnerables que los de las zonas rurales), pero, sobre todo, por su condición socioeconómica. Es así como la pobreza cuadriplica el riesgo

Según la investigadora Cristina Linares, del Instituto de salud Carlos III,“La pobreza es el factor decisivo a la hora de explicar la mayor mortalidad asociada a las temperaturas extremas. El nivel de renta es el que mayor asociación presenta con el impacto del calor sobre la mortalidad diaria». Esté patrón de desigualdad que se da dentro de las ciudades españolas se repite a escala global. La exposición a olas de calor en los últimos 40 años ha sido un 40% superior en los países de bajos ingresos1.

El aumento de la temperatura global y las sucesivas olas de calor, son únicamente uno de efectos del cambio climático que a su vez es solo una de las consecuencias de la crisis medioambiental que estamos viviendo. 2023 fue uno de los peores años en términos medioambientales. Al calor extremo, hay que añadir los incendios forestales, las sequias, las graves olas de calor marinas e inundaciones devastadoras generalizadas.
 
Los países donde tuvieron lugar en mayor medida todos estos eventos climáticos extremos fueron los del sur de Europa, donde comparativamente vive la población con menos recursos y dentro de ellos la más vulnerable socialmente se vió doblemente afectada.

El noveno informe de cohesión social de la UE señala “que el cambio climático exacerba las desigualdades regionales, al afectar más intensamente a las regiones costeras, mediterráneas y del sudeste de la UE. Esas regiones, que ya son más pobres que la media de la UE, son más vulnerables y se pueden ver afectadas de manera desproporcionada. Los costes de ese fenómeno pueden ascender a más de un 1% del PIB anualmente, según señala el mismo documento”.2

El cambio climático se convierte así en uno de los desafíos más grandes de este siglo, cuyo impacto se traduce no solo en pérdida de vidas humanas sino en altísimos costes sociales y económicos. Pero, sobre todo, nos obliga a reconsiderar un modelo de producción y consumo en crisis y decadencia que profundiza todas las desigualdades de manera inevitable.

El capitalismo está llevando el clima al colapso

Aunque todavía hay quien intenta negar o minimizar los resultados, existe amplia evidencia científica que demuestra que el cambio climático es sólo una de las consecuencias de la crisis medioambiental producida por la emisión creciente de C02 a la atmosfera, desde los inicios de la revolución industrial. Esta emisión de C02 es el resultado de la matriz energética del actual modo de producción en que vivimos. Los combustibles fósiles no son una mercancía cualquiera. Son la base energética de toda la producción y distribución de bienes en el capitalismo global, y representan el 80% de la energía utilizada por la sociedad. Al mismo tiempo, esta fuente de energía es la causante del calentamiento global. Esta fuente de energía alimentó el período llamado «la gran aceleración» en la actual fase del capitalismo monopolista imperialista.

La catástrofe climática, por tanto, es el resultado de la industria capitalista y del colosal consumo de combustibles fósiles, la sangre que fluye por las arterias de la acumulación del capital. Los principales responsables son los países imperialistas y sus burguesías, cuyas industrias son responsables de más de 70% de las emisiones globales de carbono.

Esto se combina mortalmente con décadas de recortes sociales, austeridad fiscal y privatizaciones de los servicios públicos, llevada a cabo por todos los gobiernos que siguen sin invertir lo suficiente en la prevención y el combate de las consecuencias del cambio climático. Tampoco en prestar asistencia a las personas más necesitadas cuando se producen catástrofes naturales.

Un informe de Oxfam de 2009, antes de la cumbre climática celebrada en Copenhague ese año (COP 15), alertaba de que a pesar de que el dinero necesario para ayudar a los países más pobres a combatir los efectos del cambio climático, eran calderilla si se comparaba con el rescate financiero recibido por las multinacionales durante la crisis de 2008, “la mayoría de los científicos cree que es improbable que logremos limitar el aumento global de temperatura a 2 grados centígrados. No porque carezcamos de los medios técnicos y sociales para hacerlo, sino porque no creen que los políticos estén realmente dispuestos a acordar las reducciones a las emisiones de carbono necesarias”3

Los gobiernos son cómplices de esta situación y no, parte de la solución

Estas pesimistas palabras, se revelaron como la más cruda realidad. Todas las cumbres climáticas celebradas (La última en 2023 en Dubái que fue un verdadero mostrador de negocios de las grandes petroleras, mineras y empresas que destruyen el medio ambiente) y todas las promesas de los gobiernos desde entonces, no sirvieron para que las emisiones CO2 y las subvenciones millonarias de los gobiernos a las industrias fósiles disminuyeran. Al contrario. 

En los últimos años, los subsidios a los combustibles fósiles no han parado de aumentar. A pesar de que la UE se comprometió eliminarlos, desde la plataforma Stop fósiles, activistas ambientales denuncian que “cada año se destinan al menos 405.100 millones de euros en subsidios a la industria fósil en la UE. Diez veces más que la cantidad gastada en políticas climáticas”.

“Estos subsidios hacen bajar artificialmente los precios de los combustibles fósiles, haciéndonos creer que nos estamos beneficiando de ellos. Pero los verdaderos beneficiarios son las grandes corporaciones que cada año, se embolsan miles de millones de euros en beneficios, gracias a estas exenciones fiscales.”4

El Gobierno español pagó además en 2023, 229 millones de euros con dinero público, por exceso de emisiones de las empresas españolas. Estos pagos se justifican con el objetivo de frenar la conocida como fuga de carbono, como se llama al traslado de las empresas más contaminantes a países con normas ecológicas más laxas, para evitar así pagar los derechos de emisión de gases de efecto invernadero en el mercado de carbono europeo”.

Y no solo esto. En su papel de gestores de los negocios de la burguesía, están cada vez más dispuestos a reprimir a quienes se oponen a sus planes, usando leyes como la ley mordaza en el Estado Español, que el gobierno Sánchez se niega a derogar.

Un ejemplo de ello son las multas de hasta 150.000 euros y penas de cárcel a las que se enfrentan cinco jóvenes asturianas, por realizar una acción de protesta en la carretera de acceso a la planta de Arcelor Mittal en Gijón, (responsable del 4% de las emisiones de CO2 en España). Su objetivo: alertar sobre la incongruencia de subsidiar a las grandes emisoras de gases de efecto invernadero, en un mundo donde la crisis climática se acelera. Según denunciaron en prensa las jóvenes, Arcelor Mittal sigue sin afrontar un plan serio para la descarbonización de sus plantas, pese a haber recibido una subvención de 450 millones de euros, para ello, en su mayoría procedente de los fondos europeos Next Generation5

Buenas partes de esos fondos fueron a parar también a manos de oligopolios eléctricos como Endesa, Naturgy e Iberdrola (segunda, tercera y séptima empresas más contaminantes) para construir enormes parques eólicos y fotovoltaicos no sostenibles y con un enorme impacto medioambiental. Un ejemplo es el H2Med que es un proyecto para construir el primer corredor de hidrógeno verde de la UE, financiado con fondos europeos, que estaría al servicio de atender, no las necesidades energéticas del Estado español, sino las necesidades de la industria alemana. Algo completamente irracional. Otra parte relevante va a parar a las grandes empresas automovilísticas, con Seat-Volkswagen a la cabeza, destinadas al coche eléctrico que tampoco es sostenible.

Cada vez queda más claro el fraude de la transición verde de la UE y en el estado Español. Esto nos lleva a la conclusión de que el propio capitalismo, las instituciones y los gobiernos a su servicio, son el mayor obstáculo para prevenir y atajar el cambio climático, algunos de cuyos efectos ya son y serán cada vez más irreversibles, si no ponemos remedio.

La crisis climática es la manifestación misma, de la crisis histórica del capital.

Según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), lo que hagamos en esta década será determinante para evitar superar ciertos umbrales clave. La temperatura media mundial ha aumentado 1,1°C desde la era industrial. En 2023 se registraron las temperaturas más altas en 125.000 años, pero los últimos compromisos de reducción de emisiones de los Estados, son totalmente insuficientes y nos dirigimos hacia unos catastróficos 3ºC. Como consecuencia, los sistemas naturales de la Tierra podrían alcanzar un punto de no retorno, generando un efecto cascada imposible de detener, que conducirá al colapso climático y amenazará a la humanidad

Jefferson Chroma, militante del PSTU-B y de la LIT en su canal de YouTube Ecología y política Marxista, que animamos a nuestros lectores a conocer y suscribirse6, explica que “la irracionalidad de la acumulación capitalista, destruye las propias condiciones naturales en las que se basa. Un relatorio del FMI estimó que la industria de los combustibles fósiles se benefició en todo el mundo, de subsidios de 11 millones de dólares cada minuto, totalizando 5,9 trillones de dólares en 2020 y ha ido en aumento desde entonces. Las inversiones proyectadas para nuevos campos de petróleo y gas hasta 2030 son de 570 billones de dólares por año. Toda esta montaña de dinero podría financiar completamente la energía eólica y solar, necesaria para cumplir los objetivos de limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius como se acordó en el Acuerdo de París.

Mientras la extracción de combustibles fósiles, especialmente petróleo, siga siendo más rentable al capital, este seguirá la carrera para explorar nuevas fronteras petroleras en todo el mundo. Es por eso que, en Estados Unidos, el gobierno intenta implantar la mayor explotación petrolera de la historia en Alaska. Rusia tiene también planes para explotar petróleo en el Ártico, en Brasil el gobierno de Lula quiere explotar petróleo en la desembocadura del río Amazonas en la margen ecuatorial, mientras que China abrió dos centrales eléctricas de carbón por semana, entre los años 2022 y 2023. La lógica de la acumulación capitalista impide el desarrollo pleno y urgente de las energías renovables. La necesidad de obtener el máximo beneficio y la competencia entre países imperialistas, son obstáculos para la llamada transición energética.

Por supuesto las grandes potencias imperialistas también invierten en el desarrollo de nuevas fuentes de energía, pero esto es absolutamente insuficiente para detener el cambio climático y solo está sirviendo para que un puñado de corporaciones obtengan algún tipo de ingreso monopólico con esta tecnología. La crisis climática es la manifestación misma de la crisis histórica del capital. Hay un famoso dicho: Es más fácil creer en el fin del mundo que en el fin del capitalismo. Pero este orden debe invertirse. Para hacer frente a la catástrofe climática, tenemos que superar el modo de producción capitalista que la ha creado”.

Necesitamos poner a la clase trabajadora en el puesto de mando

Como dice el programa de Corriente Roja que te invitamos a pedirnos y a discutir con nosotr@s, “la clase trabajadora es la que produce los medios de vida y la riqueza del mundo y, por tanto, la única que puede reorganizar la economía al servicio de las necesidades humanas y de la sostenibilidad de la naturaleza. Pero bajo el capitalismo, la clase obrera no decide qué produce, cuándo, cuánto ni para qué. Para ello precisa, junto con sus aliados, tomar el poder en sus manos.

Nuestra propuesta parte de las luchas concretas de la clase trabajadora y contra la destrucción ambiental y apunta hacia una economía socialista, bajo control obrero con democracia, que tiene como premisa la toma del poder por la clase trabajadora y sus aliados.

(..)Sabemos que, si triunfamos, tendremos que gestionar el desastre ecológico capitalista por mucho tiempo. Pero una vez destruyamos las bases económicas y sociales del capitalismo, podremos avanzar en la construcción de un nuevo sistema socialista, con un nuevo modo de vida en el que, cubiertas las necesidades materiales, seremos más ricos en tiempo libre, en relaciones sociales, en calidad de vida, en deporte, ciencia, naturaleza, arte, cultura. Un sistema donde primará el “ser” sobre el “tener”

1https://www.eldiario.es/sociedad/calor-extremo-mata-pobres_1_9183666.html

2.https://euroefe.euractiv.es/section/europa-de-las-regiones/news/desigualdad-regiones-ue-aumentara-por-el-cambio-climatico/

3.file:///C:/Users/USUARIO/Downloads/090706_Evidencia_que_duele.pdf

4https://stopfossilsubsidies.eu/

5.https://www.elsaltodiario.com/cambio-climatico/carcel-ayudas-publicas-mayor-contaminador-asturias?s=096.

https://www.youtube.com/@EcologiaPoliticaMarxista

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