El 8 de marzo de 1917 según el calendario juliano, 23 de febrero según el vigente en Rusia de ese año, las mujeres del textil del barrio obrero de Vyborg en Petrogrado se declararon en huelga. Fue, hasta hoy, la huelga de mujeres más sonada de la historia, pues fue el pistoletazo de salida de la Revolución Rusa, que cambiaría el panorama mundial por más de un siglo.
Las mujeres rusas se declararon en huelga contra las consecuencias de la I Guerra Mundial, por un aumento de las raciones mermadas por la profunda crisis que vivía Rusia. Pero no se contentaron con simplemente protestar, con visualizar su lucha, sino, porque sus exigencias eran del conjunto de la clase obrera, se encaminaron a las fábricas y centros de trabajo mayoritarios de hombres, y les llamaron a apoyar la huelga. El zarismo respondió enviando al ejército para reprimirlas, un ejercito mayoritariamente campesino que vista la fuerza de la lucha, renunció a la represión y los batallones se pasaron al campo de la revolución que había comenzado.
“Las trabajadoras contribuyen enormemente a forjar las relaciones entre trabajadores y soldados. Van hasta los cordones con más audacia que los hombres, agarran los rifles, ruegan, casi ordenan: “Bajad las bayonetas, uníos a nosotros”. Los soldados están nerviosos, avergonzados, intercambian miradas ansiosas, vacilan; alguien es el primero en decidirse y las bayonetas se levantan culpablemente sobre los hombros de la multitud que avanza”. (León Trotski, Historia de la Revolución Rusa)
Las mujeres trabajadoras fueron el motor y la vanguardia de una revolución que nueve meses después, provocarían los “diez días que estremecieron al mundo”. Toda una lección de la que todavía podemos y debemos aprender, y la primera de todas, que parece se ha olvidado por todos y todas, que las luchas o se dan para ganar, o las gana el enemigo de clase.
Para este 8 de marzo desde las organizaciones feministas se ha convocado una huelga mundial con el objetivo manifiesto de “visibilizar” la opresión de género, de sus consecuencias, y demostrar ante el mundo el papel de la mujer en la sociedad. Y mientras estas organizaciones, que no se reivindican de la clase obrera, utilizan el principal método de lucha de la clase obrera, la huelga, las cúpulas sindicales se limitan a dar cobertura legal a la convocatoria.
El llamamiento debe sacar los colores a unas organizaciones que en su seno tienen a decenas de miles de afiliadas, de todos los sectores, desde la industria textil hasta la conserva, desde la administración publica hasta el comercio, que son incapaces de poner en el centro las reivindicaciones de las trabajadoras y menos, a utilizar el mecanismo de lucha de la clase obrera, la huelga, es decir, parar la producción y distribución de bienes y servicios.
El papel de las organizaciones de la clase obrera
La mayoría de las organizaciones sindicales de la clase obrera se limitan a dar cobertura a esta convocatoria, cuando es más que evidente que la alianza que desde las organizaciones feministas se quiere hacer con las mujeres de la pequeña y mediana burguesía, no tiene más recorrido que el de las exigencias de los derechos democráticos para todas las mujeres.
Aquí nos encontramos, de nuevo, con su pasividad, incapaces de tener la menor independencia para levantar las propuestas de la mujer trabajadora… Se limitan a eso, dar cobertura legal y seguir a unas organizaciones que ven a las mujeres trabajadoras como un número más dentro de un batiburrillo de clases sociales.
Mas no nos confundamos. Las mujeres de la pequeña y mediana burguesía, las intelectuales y profesionales no tienen las mismas necesidades y exigencias que las mujeres trabajadoras; incluso en un tema tan aparentemente transversal como el aborto. El derecho al aborto que existe en el estado español no está plenamente garantizado desde la sanidad pública (objeción de conciencia sanitaria,….), lo que obliga a que mujeres de comunidades autónomas tengan que desplazarse a Madrid para realizarlos (Navarra, Andalucía, Galiza,…). A los sectores no obreros ya les llega, puesto que tienen recursos suficientes para costearse los traslados.
Por el contrario, las mujeres trabajadoras, que son las que más han sufrido en sus carnes el retroceso en los derechos laborales, en precariedad y salarios, el reconocimiento formal de ese derecho no les basta, deberían seguir luchando no solo por la legalización del aborto, sino por un aborto gratuito, en la seguridad social.
Si esto sucede con un derecho transversal, democrático, que no será con los derechos a la igualdad de salarios, … a la incorporación plena de las mujeres trabajadoras en total igualdad laboral con sus compañeros masculinos.
Pedirle a las organizaciones feministas que suplan lo que deberían hacer las organizaciones sindicales y políticas de la clase obrera no es de recibo, no es su tarea. La igualdad salarial, los derechos laborales, la lucha contra la precariedad y los bajos salarios, que afectan principalmente a las mujeres, y especialmente a las jóvenes, es una tarea que no podemos delegar en nadie. O las organizaciones obreras, sindicales y políticas, las ponen en el centro de las reivindicaciones de este 8 de marzo, o nadie lo va a hacer.
La Huelga, herramienta de lucha o de “propaganda»
La mayoría de las organizaciones sindicales y políticas de la clase obrera son incapaces de poner en el centro de las reivindicaciones de las mujeres trabajadoras, porque están derrotados, han renunciado a pelear por ganar frente al enemigo, se limitan a “visualizar” luchas y negociar, e ideológicamente están ganados para las teorías de la pos modernidad, de el “fin de la lucha de clases”, de la “desaparición de la clase obrera”…. Ha calado en ellos el academicismo de la sociología, que divide la sociedad, no en clases sociales, sino en sectores sociales transversales, unidos por las ideas no por las necesidades comunes.
Esto se expresa en el llamamiento indistinto a una “huelga feminista” o una “huelga de mujeres”. No es lo mismo; una “huelga feminista” solo la realizarían las mujeres que se definen “feministas”, en su más amplia acepción, pero que son una minoría. No existen las huelgas “ideológicas”, sino de sectores de la clase; por ello una “huelga de mujeres” es un concepto mucho más amplio, abarca cuantitativamente a más del 50% de la población. Pero para las convocantes, en su cabeza, como ellas son feministas, consideran que la huelga es feminista. Es el individualismo elevado a la enésima potencia, confundir las ideas de unas personas con las ideas de todo un sector social, las mujeres.
Centremos la discusión, para el 8 de marzo se ha convocado una “huelga de mujeres”, que, según dicen en la convocatoria, tiene como objetivo demostrar que “si las mujeres paran, el mundo se para”.
Vayamos por partes. Si las mujeres de Bershka en Pontevedra paran, las tiendas de Inditex en esa provincia para; cierto. Y así lo han demostrado hace unos meses, cuando derrotaron al gigante del textil con su huelga indefinida (¿Dónde estaban las feministas en esta huelga de mujeres trabajadoras?). Si las trabajadoras del textil de Bangladesh paran, como hicieron hace unos años por las brutales condiciones de trabajo (2000 murieron cuando se hundieron centros de trabajo), las fábricas de Inditex paran… Cierto. Las mujeres pueden parar unas fábricas, unos comercios,… pero no porque sean mujeres, sino porque son trabajadoras. La propietaria del 25% de Inditex es una mujer, que, dudo mucho tenga los mismos intereses en parar la producción que las de las fábricas, sea de Arteixo o de Bangaldesh, o las del comercio de Pontevedra.
La huelga es una herramienta de lucha de la clase obrera que se desvirtúa si solo se utiliza para visualizar una problemática. Una huelga cuestiona el poder del empresario, le impone que sus trabajadoras dejan de trabajar, no cuando él lo dice, sino cuando ellas deciden; son dos derechos enfrentados, el del patrón a imponer sus condiciones, y el de la clase trabajadora a defenderse; y entre ambos derechos, quien decide es la fuerza.
Por eso, una huelga o se convoca para ganar, para derrotar al enemigo, imponerle unos derechos y poner en valor la fuerza de la clase obrera frente al capital, o solo conduce a retrocesos. Las cúpulas sindicales saben mucho de cómo convocar huelgas que solo conducen a retrocesos, pues su mala utilización desmoraliza y desmoviliza. Después se dirá, “no sirven para nada”, “pierdo dinero”, porque se descuenta por día de huelga; o esto no lo han tenido en cuenta las organizaciones feministas convocantes, que cada trabajadora que ese día haga huelga se lo van a descontar del salario.
Una huelga es algo muy serio para dejarlo en manos de organizaciones procedentes de otros sectores sociales que no la tienen como herramienta de lucha. Por eso hablan de ello alegremente. Pero volvemos a lo que no les podemos exigir lo que debe ser tarea de las organizaciones obreras, sindicales y políticas: organizar la huelga.
El papel de los hombres de la clase obrera
Esto nos introduce un otro aspecto polémico, el papel de los hombres de la clase trabajadora en estas huelga. Aquí la precisión tiene todo su sentido, porque todas las organizaciones sindicales han legalizado la convocatoria de huelga para el 8, unos de dos horas, otros de 4, y algunos de 24 horas. Bien, esta legalización supone que cualquiera, sea mujer o hombre, ese día está cubierto legalmente para ir a la huelga.
Ante este hecho, las feministas contestan que es una huelga de mujeres…y dejan al margen a los hombres. ¿Porqué? No es más lógico unir fuerzas para luchar contra las políticas que profundizan la brecha salarial, las bajas pensiones, la violencia machista, etc. No es más lógico llamar a que se sumen activamente, demostrando su total apoyo a las reivindicaciones de sus compañeras de clase; es un principio básico de la solidaridad obrera.
Pero no, con su llamamiento, piden que los hombres “sustituyan” a las mujeres… lo que traducido a efectos prácticos, están llamando a que los hombres “esquiroleen” la huelga de las mujeres. Además, el llamamiento a sustituir a las mujeres se hace extensivo a los cuidados y las tareas domésticas. Parece que viven en otro mundo; hagamos un pequeño esfuerzo de imaginación, y situémonos en una familia de la clase trabajadora, donde desde hace siglos la división del trabajo doméstico es una religión y ese día, la mujer le dice a su compañero, “hoy haces tu las tareas del hogar”. ¿Cuál puede ser la contestación en la mayoría de los casos?. Y esto lo proponen sin dar el menor apoyo organizativo a esas mujeres; porque en estos casos sería preciso un piquete para imponerle al hombre lo que se proponen.
En fin, acaso pretenden que en un día todo cambien por arte magia… Los cambios son fruto de un largo camino, no de un solo día.
Un 8 de marzo de clase
Esto nos conduce de cabeza a la imprescindible necesidad de diferenciar entre clases sociales. Como vimos, ni tan siquiera en un derecho tan transversal como el del aborto los intereses de las mujeres son comunes; si esto es así, que no será entre las trabajadoras y las empresarias. Utilizamos el genero femenino, porque en la pequeña empresa, sobre todo de servicios, tienen un papel importante… Pero no solo eso; la máxima representante del capital financiero español, el BSCH, es una mujer, Ana Botín.
Las reformas laborales de ZP y Rajoy significaron un trasvase de 37 mil millones de euros de los bolsillos de la colase trabajadora al capital; y de este trasvase se beneficiaron desde Ana Botín hasta la dueña del bar de la esquina, que tiene contratada a una inmigrante a la que paga 600 euros por 12 horas de trabajo. Galiza, por ejemplo, tiene las pensiones más bajas del estado, entre otras cosas, porque tiene una clase obrera altamente feminizada (textil, conserva, servicios…) y sectores autónomos también feminizados (marisqueo, rederas, …), donde la famosa “brecha salarial” termina manifestándose en las pensiones de jubilación.
La “brecha salarial” de la que M. Rajoy no quiere hablar, es una necesidad del capital para la “recuperación” de su economía, ¡por eso M.Rajoy no quiere hablar de ella!. Los beneficios empresariales se recuperan a base de bajar los salarios, de empeorar las condiciones de trabajo, cebándose siempre en los más débiles, las mujeres, las inmigrantes… las jóvenes, para, al final, llegar a la clase obrera masculina.
La mayoría de las organizaciones de la clase obrera, sindicales y políticas, han renunciado a luchar coherentemente contra ella. Los prejuicios de amplios sectores de la clase obrera masculina son machistas, racistas, xenófobos y, ahora, anti catalanes; la cúpulas sindicales, en vez de combatirlos, de explicar que esos prejuicios solo benefician al capital, pues desmoralizan a los sectores más débiles, les claudican… por la vía de no luchar por poner en el centro de la lucha las exigencias de las mujeres trabajadoras.
Este 8 de marzo, después de 10 años de crisis, donde todos los indicadores de la calidad de vida de la clase trabajadora han retrocedido, dentro de ella, las mujeres trabajadoras han sido las principales perdedoras, el eje de la huelga debía ser bien claro: CONTRAS LAS REFORMAS LABORALES, A IGUAL TRABAJO IGUAL SALARIO, CONTRA LAS PRIVATIZACIONES de los servicios públicos, que solo refuerzan la opresión de la mujer, pues es sobre la que recae el peso del trabajo doméstico que el Estado destruye o privatiza.
Ah!, pero esto va contra la “huelga de mujeres” propuesta por las organizaciones feministas, porque los hombres de la clase trabajadora también están afectados por esas reformas laborales, por esas privatizaciones,… y por lo tanto, deberían también, ser sujetos activos de la misma. De otra manera, claro está que nadie niega la opresión de la mujer; pero la clase que se beneficia de la explotación de ambos es la misma, la clase capitalista (hombres y mujeres), a la que la división entre sexos, entre nativos e inmigrantes, viejos y jóvenes,… bien les viene. O ya no se recuerda la máxima del “divide y vencerás”.
Ellos van venciendo porque tanto desde las organizaciones feministas, como de las cúpulas sindicales, se admite como natural esta división: una huelga de mujeres contra un sistema, el capitalista, que actúa unido; la estratega que plantea las batallas de esta manera o no es una lince, o no quiere ganar.
Derrotar la opresión de la mujer trabajadora va más allá de “visibilizar”
La opresión sobre la mujer trabajadora tiene un calado de gran calibre, porque tiene que romper dos barreras, la explotación como clase y la opresión como sexo; por eso, cuando salen a la lucha van a por todas, como hicieron las trabajadoras del textil ruso. Por cierto, no fue el primer caso, en la revolución francesa, la burguesa, fueron las mujeres pobres parisinas las que encabezaron el asalto a Versalles cuando se enteraron de que se estaba haciendo acopio de armas en el palacio real.
Sus reivindicaciones, como clase y como sector social oprimido, no tienen cabida dentro de este sistema capitalista, de sus regímenes, y convierten sus luchas en verdaderos terremotos sociales; por ello, hacer una huelga para “visibilizar” una situación social es rebajar la profundidad de la lucha que es necesario desarrollar. Este 8 de marzo debe ser el comienzo de una lucha sostenida en el tiempo, desde los centros de trabajo y estudio, con un carácter abiertamente político, contra el gobierno que se limita a decir, “no toquemos el tema”. ¡No quieren ni entrar, porque se podría abrir la caja de Pandora!.
Las mujeres trabajadoras, como parte fundamental de la clase obrera, no tienen los mismos intereses que las mujeres de la burguesía, ni en las reivindicaciones democráticas, como vimos en el caso del aborto, ni, menos que menos, en las condiciones laborales; y eso tiene que manifestarse no solo este 8 de marzo, sino en las luchas que están por venir.
Su aliado natural son los hombres de la clase obrera, pues las condiciones de vida de ambos dependen de lo mismo, el salario. Tanto la mujer trabajadora como el hombre trabajador, sin salario no son nada, son carne de desahucio, de la eufemística “pobreza energética” (que no es otra cosa que pobreza pura y simple), de emigración… Pero no vamos a ocultar la realidad de que los hombres de la clase obrera son parte de un sector dominante, como sexo, que se expresa en el machismo; contra el que hay que luchar con todos los medios, y en esta lucha las organizaciones de la clase obrera, sindicales y políticas, tienen mucho que decir.
No pueden dejar en manos de nadie la erradicación de sus filas de los comportamientos machistas, que como el racismo, el anti catalanismo, son lacras que solo dividen a la clase obrera; no vale mirar para otro lado, apoyar una “huelga de mujeres” y quedarse tan contento. Combatir el machismo en las filas de la clase obrera es construir la unidad, superar las más que lógicas desconfianzas de las mujeres respecto a sus compañeros, y presentar batalla unida contra el mismo sistema que se beneficia de la explotación de todas y todos, y de la opresión de las mujeres.
El 8 de marzo en el régimen del 78: el nacional catolicismo
Aunque el machismo es mundial, no hay sociedad que escape a él, el Estado Español tiene unas características especiales al no haberse producido la separación iglesia-estado, que si se produjo en otros estados. La iglesia católica es una de las grandes “reservas ideológicas” y materiales de ese machismo: su poder en bien concreto. En el estado español esa “reserva” tiene un nombre, nacional catolicismo.
La Transición y el régimen que surge de ella no solo trae consigo las instituciones del franquismo, como la jefatura del estado, la judicatura o el ejercito, sino también esa relación con la iglesia y la ideología que la sostiene, que tiene un perfil especialmente machista, con unas actitudes desde las instituciones que, sino fuera porque son brutales, producirían vergüenza ajena.
Desde las afirmaciones de M. Rajoy sobre la “brecha salarial”, las declaraciones de jueces sobre las “provocaciones” de las mujeres, hasta sentencias judiciales para violadores y pederastas, se demuestra que para la mujer la Transición tampoco fue nada del otro mundo. Se aprobaron con dificultades algunas leyes (divorcio, aborto), se derogaron algunas que eran directamente medievales como el derecho de corrección del hombre sobre la mujer, vigente hasta mediados de los 70, cuando también se modifico el Código Civil, puesto que en él se prohibía a la mujer poder adquirir bienes sin el consentimiento del marido.
Al mantenerse las instituciones básicas del franquismo que se habían apoyado en esa legislación retrograda, como el poder judicial y la Iglesia, el trasfondo político e ideológico que movía esas normas no cambió; y ahora asistimos a un revival de actitudes, en paralelo al recortes de las libertades democráticas.
La lucha contra estos recortes, como la ley “mordaza”, es parte de la defensa de los derechos de las mujeres atacados día si y día también desde la judicatura y otras instituciones del estado, más allá de medidas cosméticas como el Plan contra la Violencia de Género y las concentraciones institucionales cada vez que una mujer es asesinada. Son parte de la misma lucha contra un régimen que dejó intactas las esencias de 40 años de franquismo.
La EXIGENCIA DE DEPURACIÓN DE LAS INSTITUCIONES, COMENZANDO POR AL JUDICATURA, DE ELEMENTOS MACHISTAS, debe ser una de las reivindicaciones fundamentales de este 8 de marzo.
Las mujeres trabajadoras sufren en sus carnes no solo la opresión como género, sino también la explotación como clase, por lo que concentran como nadie todos los males de la sociedad capitalista. Las organizaciones obreras, sindicales y políticas, no pueden ser la retaguardia de esta lucha, sino que deben ponerse al frente de la organización y la lucha.
El 8 de marzo debe recoger todas las exigencias laborales y políticas de las mujeres trabajadoras, y cómo hicieron las rusas del textil en 1917, llamar al conjunto de la clase obrera a unirse en su lucha; el 8 de marzo debe ser, no un día para “visibilizar” una situación más que evidente, sino de lucha de la clase obrera, con las mujeres trabajadoras al frente, contra el gobierno y el régimen que son el sostén institucional de la explotación y opresión que sufrimos.
Galiza, 9 de febrero de 2017