El 5 de junio es el día internacional del medio ambiente, y se conmemora la conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente de Estocolmo (1974). Los últimos años el movimiento ecologista ha ido cogiendo impulso, por la urgencia de la lucha contra la degradación de los ecosistemas y el cambio climático. Diferentes agrupaciones ecologistas se han unido para realizar acciones este día, y desde Corriente Roja queremos aportar nuestra posición en cuanto a la importancia de la lucha contra la emergencia socioecológica.
El modelo productivo actual no es sostenible, ni social, ni ecológicamente: ¡la COVID es la muestra!
La expansión de la pandemia, así como el colapso del sistema sanitario, no han sido fenómenos imprevisibles ni inevitables, sino que han sido consecuencia de una producción globalizada, basada en el saqueo de recursos naturales y en un crecimiento desenfrenado al servicio de una clase capitalista minoritaria, y no al servicio de la mayoría de la población.
A la vez, estamos viendo grandes contradicciones en el momento actual, puesto que, en un periodo histórico de gran desarrollo tecnológico e industrial, y cuando la producción es más elevada que nunca, ésta no se dirige a satisfacer las necesidades de la mayoría, y estamos presenciando, por ejemplo, casos vergonzosos de falta de equipos sanitarios en plena pandemia de la COVID-19. Al mismo tiempo, los confinamientos parciales que se han visto obligados a llevar a cabo los gobiernos, sumado a la continuidad de fondo de la crisis de 2008, han generado la mayor caída de la economía desde los años treinta. Caída que, como siempre, están pagando las trabajador@s.
Esto se demuestra hoy en día más que nunca, puesto que la inacción y represión de los gobiernos está suponiendo un genocidio contra la clase trabajadora y los sectores más oprimidos. Hay miles de ejemplos en todo el mundo, como el caso del asesinato del afroamericano George Floyd en Minneapolis, el despido de miles de trabajador@s en la Nissan, o la miseria extrema de la gente de las favelas en Brasil.
La producción capitalista en el ámbito global se basa en el crecimiento económico desenfrenado, independientemente de los recursos disponibles y de las necesidades sociales. Esto es posible porque quienes controlan la producción son los propietarios de las fábricas, los grandes terratenientes y los banqueros. Estas clases sociales propietarias de los medios de producción buscan como objetivo la maximización de sus beneficios, pero es insostenible obtener beneficios ilimitados de recursos minerales, fósiles y forestales limitados.
Como decía Eric Hobsbawm: “Hay un conflicto evidente entre la necesidad de revertir, o al menos controlar, el impacto de nuestra economía sobre la biosfera y los imperativos de un mercado capitalista: máximo crecimiento en busca de beneficios” (nota en el pie: Hobsbawm, E. (2011), Cómo cambiar el mundo, Marx y el marxismo 1840-2011, Barcelona, Crítica).
Los defensores del “capitalismo verde” o del “desarrollo sostenible”, creyendo que hay una tecnología “verde” que aportará soluciones para mantener el nivel de consumo actual, sin perjuicio del medio ambiente, caen de pleno en esta contradicción, y alejan del foco de atención aquello realmente importante: cambiar el sistema productivo.
Este sistema económico y productivo basado en la desigualdad entre las clases sociales está sostenido por los gobiernos al servicio de la clase dominante, los banqueros y los grandes empresarios. Ellos se niegan a reconvertir la producción a un modelo sostenible porque perjudica los intereses de la economía capitalista, del mismo modo que no dan salida real a los problemas de los y las trabajadoras. La crisis ambiental y social forma parte de un mismo problema, y nos lleva a una misma solución: la revolución de las trabajador@s y oprimid@s que expropie los medios de producción y los ponga al servicio de la mayoría.
Es necesario un programa anticapitalista común de la clase trabajadora y l@s oprimidos/as, un programa que luche por la imposición de un plan de emergencia social y ecológica contra el coronavirus.
La crisis del capitalismo que afecta diferentes sectores se tiene que combatir con medidas concretas que den respuesta a los problemas de la mayoría de la sociedad, entre ellas la degradación ecosistémica y la crisis ambiental:
– Plena ocupación, reparto del trabajo con reducción de horas, y sin reducción del salario. Hoy estamos viendo la incapacidad del capitalismo para garantizar trabajo para todo el mundo, mientras el hambre se extiende a escala mundial. Las empresas salvan sus negocios despidiendo masivamente, mientras producen de forma descontrolada e insostenible y acumulan años de ganancias.
– Para asegurar la plena ocupación hace falta la nacionalización de los sectores estratégicos bajo control obrero y popular, y una reconversión ecológica de la industria para asegurar las necesidades sociales y sanitarias frente a la COVID, asegurando al mismo tiempo la lucha contra la crisis ecológica. Hoy en día, la máscara de la burguesía ha caído, viéndose que no les interesa ni gestionar la pandemia ni realizar una transición agroecológica e industrial realmente sostenible. Solo la clase trabajadora puede asumir estas tareas. Hay que nacionalizar los sectores estratégicos (energéticas, banca, agronegocio, construcción, automóvil) poniéndolos bajo control obrero: solo así se puede producir por las necesidades de la mayoría, reconvirtiendo la industria para producir de forma sostenible, y garantizando que nadie se quede atrás, puesto que esto no puede comportar ninguna pérdida de puestos de trabajo.
– De cara a prevenir las próximas pandemias, es necesario reservar y ampliar los espacios naturales, proteger la biodiversidad y reducir drásticamente las emisiones contaminantes. A la vez, es imprescindible asegurar unos servicios básicos públicos y de calidad.
¡Por un plan de choque común, unificamos las luchas que vendrán!
Por todo esto, es necesario que l@s activistas ecologistas y sindicales, y todos los sectores populares que sufrimos la opresión capitalista unifiquemos nuestras luchas, y exijamos una salida de esta crisis sanitaria, social, de curas, climática, ecológica y económica que ponga la defensa de nuestras necesidades en el centro, y no los beneficios de las grandes empresas.
Por eso, tenemos que impulsar mecanismos y plataformas de frente unitario, como el Plan de Choque Social, para agrupar todas estas reivindicaciones a la vez que apoyamos a los conflictos obreros que surgirán, como es el caso de la lucha en la Nissan. Las activistas tenemos que organizar, junto con nuestras vecin@s, compañer@s de trabajo y de estudios, la lucha de los próximos meses, puesto que será clave para garantizar la defensa de nuestros derechos y para parar el desgaste ecológico que el actual sistema está provocando en el planeta.