La repetición electoral es un reflejo de la crisis del régimen
La repetición electoral es un auténtico fracaso para la oligarquía española y la Unión Europea, que piensan que los próximos resultados no serán sustancialmente diferentes de los del 20D y que han perdido un tiempo precioso, ya que hasta Octubre, con suerte, no habrá un nuevo gobierno para aplicar el nuevo paquete de recortes y «reformas» marcado por Bruselas.
Corriente Roja
La razón profunda del fracaso es la crisis del régimen de la Transición. Corroído por la corrupción, con el bipartidismo en crisis, sin haber asentado un nuevo sistema de partidos y enfrentado al independentismo catalán, el régimen monárquico vive un conflictivo proceso de adaptación con riesgos de descontrol si el movimiento de masas reaparece en escena.
Si el régimen no se ha desestabilizado ha sido por el fortísimo reflujo del movimiento de protesta que se apoderó de las calles hasta 2014. Este movimiento, a partir de las elecciones europeas, fue arrastrado al terreno electoral, institucionalizado y neutralizado. También ha contribuido que Podemos y las llamadas fuerzas del cambio no cuestionen el marco de la Unión Europea y el Euro ni las reglas constitucionales del régimen.
PP y el PSOE, el bipartidismo en horas bajas
El PP, encharcado en la corrupción, confía en que ésta no lo castigue demasiado, pueda mantener a raya a Ciudadanos y conservar los votos del 20D. Se presenta como la única garantía de la estabilidad económica y del orden institucional, en particular de la sacrosanta «unidad de España», frente al «extremismo» de Podemos. Su objetivo es articular un pacto de gobierno con Ciudadanos y, si no hubiera más remedio, forzar una «gran coalición» a la alemana con el PSOE
El PSOE, que el 20-D obtuvo el peor resultado desde la Transición, ha mostrado en estos cuatro meses su sumisión orgánica al gran capital y a la Troika. El equipo de Sánchez -vigilado por los barones y obediente a Felipe González, el más genuino representante del mundo del dinero en el PSOE- basó su investidura en el pacto con Ciudadanos, un partido promocionado por la banca y las grandes empresas como reserva y complemento del PP.
El pacto PSOE-Ciudadanos hacía honor a sus dos firmantes: daba continuidad al núcleo de las políticas de ajuste y “reducción del déficit” de Rajoy, dictadas desde Bruselas. No paraba los desahucios. Excluía una reforma fiscal progresiva. Permitía el copago farmacéutico y la privatización de la Sanidad. Preservaba la reforma laboral. En lugar de fijar un Salario Mínimo digno, lo mantenía sin cambios y subvencionaba indirectamente a los empresarios que pagan sueldos miserables al facilitar un complemento salarial público. No derogaba la Ley Mordaza y, por descontado, se oponía frontalmente al referéndum catalán.
El gran temor que hoy invade al PSOE es verse superado el 26J por la coalición electoral de Podemos-IU. Este «sorpasso» daría un gran acelerón a su decadencia, amenazando su futuro y provocando un descalabro en las carreras y poltronas del aparato dirigente.
«Unidos Podemos», la coalición electoral de Podemos e IU: ¿cambio o recambio?
La gran novedad del 26J es la coalición Podemos-IU, cuyo surgimiento está levantando importantes expectativas, que irán creciendo con la campaña electoral ante la posibilidad de que sobrepase al PSOE y le arrebate el título de «representante oficial de la izquierda».
Iglesias ha dicho que «la ilusión se va a extender por todo el país con la posibilidad de que una candidatura de cambio pueda ganar las elecciones«. Garzón ha añadido que estamos ante «un día histórico, no sólo para cambiar el país sino para empezar a cambiar la Unión Europea«.
Ahora hay que preguntarse si estamos ante una candidatura de cambio o si se trata, por contra, de un recambio.
Lo primero a tener en cuenta es el programa de la coalición, que nace con un defecto de origen fatal, pues las promesas sociales que hace quedan supeditadas a los acuerdos de la UE y la Eurozona, cuya base es la preservación de los intereses de las grandes multinacionales, comenzando por el pago religioso de la deuda a los bancos. Todo se halla subordinado a una negociación que está sujeta a unas normas y una correlación de fuerzas que convierten las propuestas de mejora social en papel mojado. Las promesas de futuras reformas de la “gobernanza de la Unión Europea”, del “pacto de estabilidad” o de una “conferencia europea sobre la deuda” son hipótesis sin futuro que no justifican en ningún caso aceptar imposiciones contra el pueblo.
El segundo gran defecto de origen es que todos los grandes cambios político-institucionales que propone y, en concreto, los que se refieren a las nacionalidades y al referéndum catalán, quedan supeditados a unas mayorías en las Cortes que dependen, sí o sí, de un imposible apoyo de la derecha española.
Hay que señalar finalmente que el programa no pone en cuestión la Monarquía; asume la permanencia en la OTAN y la presencia de las bases americanas; no cuestiona los privilegios de la Iglesia ni la escuela concertada y acepta la continuidad de los oligopolios energéticos.
A la búsqueda de la alianza de gobierno con el PSOE
Pero el problema se agrava cuando todo va asociado a la búsqueda de la incorporación del PSOE al gobierno de izquierda, lo que significa rescatar la pata izquierda del bipartidismo y negociar con él un programa de gobierno. Esto ya lo comenzamos a ver en las pasadas negociaciones con el PSOE, ante quien Podemos se mostró comprensivo en el gasto público, el déficit a pactar con la UE y la reforma fiscal.
Podemos (y Garzón) también estuvieron dispuestos a respetar la reforma laboral de Zapatero (la que bajó las indemnizaciones de 45 a 33 días, la del «despido objetivo» con 20 días de indemnización alegando perdidas futuras, la que permitió a las empresas modificar unilateralmente las condiciones de trabajo y facilitó los despidos).
Y en cuanto al referéndum catalán, también quedó aparcado. Errejón y Garzón dejaron claro que no debía ser obstáculo para un acuerdo de gobierno con el PSOE.
En plata, Podemos tiene su programa. IU mantiene el suyo, más «radical», para evitar críticas de capitulación. Luego está el programa común de 50 puntos. Y después, tienen que pactar con el PSOE, que tiene su propio programa. Al final, la respuesta es la del chiste de Forges: «Pero oiga, el programa electoral que me ha dado esta en blanco… Claro ¿a usted que más le da?»
Izquierda Unida: de la campaña electoral del 20D a la actual coalición
La candidatura de IU-UP del 20D ganó cerca de un millón de votos con un discurso muy diferente del actual.
El 8 de diciembre, en plena campaña, Garzón declaró a la revista “Cuarto Poder”: “ha ganado dentro de Podemos un alma que ha pensado que lo más razonable era moderar el discurso, girar hacia el centro, abandonar algunos de los ejes fundamentales de su programa inicial. Hay una estrategia legítima que respetamos pero que vemos con incomodidad para este país. Porque creemos que la solución tiene que ser la ruptura”. Y añadía: Podemos se ha “mercantilizado en términos de política electoral (…) se han ido todos al centro corriendo, como decimos, en un intento de parecerse a la UCD”. “Nos hemos encontrado [en Podemos] con la defensa del libre mercado en el sector eléctrico, igual que con la defensa de la OTAN, los centros concertados, la religión en las escuelas o la cultura alabada de 1978. Evidentemente [un acuerdo con Podemos] no hubiera sido posible con esos elementos encima de la mesa”.
Tampoco se pronunció Garzón durante la campaña a favor de un gobierno presidido por Sánchez. Cuando le preguntaron sobre qué gobierno apoyaría, contestó –con estudiada ambigüedad- que se trataba de “cortocircuitar una estrategia de restauración y reforma del sistema que está encabezada por el PP y C’s pero que evidentemente tiene a otros actores revoloteando alrededor.” Y añadió: “si alguien quiere pactar con nosotros ya puede ir leyéndose el programa”.
Garzón ya no dice lo mismo. Giró en redondo su discurso la misma noche del 20D, convirtiéndose en el mayor abanderado de un gobierno de coalición presidido por Sánchez. IU consideró que lo que había sido un triunfo político (el casi millón de votos conseguido en una campaña militante boicoteada por los medios) fue una derrota, porque no se había conseguido grupo parlamentario y la enorme deuda de IU (declarada en quiebra por el Tribunal de Cuentas) se incrementaba aún más. Había que girar.
¿Qué gobierno de izquierdas?
El eje de la campaña de la coalición Podemos-IU va a ser el gobierno de izquierdas, con el PSOE incluido. Pero ¿qué debemos entender por gobierno de izquierdas?
Para Podemos e IU, el PSOE vendría a ser una especie de «socio natural» de gobierno. Pero convendría no olvidar que este «socio» ha gobernado 22 de los últimos 39 años, alternándose con la derecha al servicio de los mismos amos. Y en el presente, sólo hace falta mirar a Francia y ver la reforma laboral a la española impuesta por decreto por el gobierno «socialista».
La primera gran referencia internacional de «gobierno de izquierdas» de Podemos e Izquierda Unida fue el gobierno Tsipras, en cuya campaña participaron personalmente Iglesias y Garzón. Syriza era la gran esperanza europea. Pero Tsipras puso los compromisos con la UE por encima de las necesidades del pueblo griego, traicionó sus promesas, engañó a la gente en el referéndum y se convirtió en brazo ejecutor de los planes de expolio y miseria de la Troika. Hace pocos días se ha enfrentado a la segunda huelga general este año.
Otra experiencia de “gobiernos de izquierda” fue el gobierno bipartito de la Junta de Andalucía (PSOE-IU) y, antes, el tripartito catalán (PSC-ERC-ICV/EUiA), ambos de amargo recuerdo. Sumisos al gobierno central y a las imposiciones europeas, no hicieron otra cosa que medrar y administrar los recortes.
La gran referencia actual de «gobiernos de izquierdas» son los «ayuntamientos del cambio», en especial el de Carmena en Madrid y Colau en Barcelona. Pero en estos 10 meses se han subordinado a la “necesidad de gobernar para todos”, al respeto a leyes injustas, a la obediencia a las jerarquías institucionales y al temor reverencial a enfrentarse con los poderosos, lo que ha transformado sus promesas en papel mojado. ¿Dónde ha quedado el compromiso de remunicipalizar? ¿Dónde la promesa de transparencia y justicia social ante las huelgas del transporte barcelonés? ¿Dónde el compromiso de impedir los desahucios? La última noticia es todo un símbolo: el PSC se incorpora al equipo de gobierno de Ada Colau en Barcelona.
Proseguir la lucha que dimos el 20D desde Sindicalistas por la Unidad Popular
Cuando Alberto Garzón giró como un calcetín el discurso de la anterior campaña electoral, lo hizo pasando olímpicamente de todos aquellos que, sin ser de IU, se habían sumado a la candidatura, como Sindicalistas por la Unidad Popular (SSxUP), que se había integrado con un programa propio, acordado democráticamente y sin las ambigüedades de Garzón.
Vamos a continuar aquella lucha en las nuevas condiciones. Igual que entonces, decimos que “eludir la ruptura en aras de un supuesto realismo es repetir lo que nos ha conducido al actual estado de catástrofe social y retroceso en todos los terrenos. Es convertir los anhelos de cambio en un simple recambio.
También alertamos contra los que «han hecho un hábito de las palabras vacías, de los programas que no se cumplen o se desechan al día siguiente de las elecciones”.
Y seguimos defendiendo un programa “por el Pan, el Trabajo y el Techo”, que parte de la “derogación de las reformas laborales (la del PSOE y la del PP), para acabar con los despidos masivos, los EREs y ERTES” y que defiende, “entre otras, la creación de empleo y el aumento de salarios, teniendo como medida “estrella” el trabajo garantizado, como obligación del Estado.”
No habrá un nuevo país sin enfrentar la UE y sin recuperar la lucha obrera y popular
Para nosotros, las elecciones siempre fueron un importante medio auxiliar para explicar un programa obrero y tratar de organizar a los mejores activistas de la clase obrera y la juventud en su defensa. En este empeño, el 20D, como parte de SSxUP, participamos de la candidatura IU-UP. La misma noche del 20D, IU-PCE liquidaron esa opción.
En esta ocasión, las trabas de una ley electoral cada vez mas antidemocrática, el apagón informativo a toda candidatura que no sea la del «quatripartidismo», el gran esfuerzo financiero que implica y la falta de tiempo, hacen inviable para una organización modesta como la nuestra presentar candidatura propia.
Desde aquí queremos decir a todos aquellos que van a votar a la coalición Podemos-IU o se van a abstener que “no habrá cambio social posible sin ir a las raíces: sin retomar la lucha obrera, sin un programa de emergencia a favor de las trabajadoras y los trabajadores y el pueblo, sin enfrentarnos a los banqueros y al Ibex 35, a la Troika y al régimen monárquico” (SSxUP).
La UE ya ha decidido el programa del próximo gobierno, sea de derecha, de centro o de izquierdas: nuevas reformas y nuevos recortes. Sin plantarse y desobedecer, el próximo gobierno será un vasallo de Bruselas y del Ibex35.
Plantarse quiere decir decretar una moratoria en el pago de la deuda pública e iniciar una auditoría pública, porque no se puede pagar un euro a los bancos mientras las necesidades básicas no estén atendidas y no sepamos de quién es la deuda, cómo y porqué fue contraída. Quiere decir echar atrás las reformas laborales del PP y del PSOE, que nos dejan indefensos ante la arbitrariedad patronal. Quiere decir parar en seco los desahucios y los cortes de luz y agua y revertir los recortes en sanidad, educación y servicios sociales. Quiere decir subir el salario mínimo a 1000 euros y un programa de «trabajo garantizado» como obligación del Estado. En suma, poner como prioridad absoluta el pan, el trabajo y el techo. Y del mismo modo, garantizar un referéndum para Cataluña y, si no, apoyar un referéndum unilateral.
No habrá ningún cambio real si no es forzado por la lucha obrera y popular. Confiar en la vía electoral y delegar en los representantes institucionales es un camino sin salida. Sean cuales sean los resultados, la lucha será dura y larga. Va a ser vital superar el reflujo de las movilizaciones de estos dos años, reorganizarse desde abajo y levantar un programa de lucha consecuente.