Recientemente fueron publicados en este blog dos artículos de un antiguo camarada, Enio Bucchioni, a quien conozco desde el año 1979 y con el cual actué, durante varios años, en la antigua Convergencia Socialista y, por un breve periodo, en el PSTU. Esos dos artículos son: “1975 versus 2015: Vietnam, última expropiación sobre la burguesía” y “1975 versus 2015: La conciencia después del fin de los Estados obreros”.
Por Martín Hernández
Dos razones me llevaron a comentar los trabajos de Enio. La primera es que él aborda un tema apasionante, sobre el cual vengo estudiando, escribiendo y debatiendo desde hace más de 20 años. La segunda tiene que ver con los objetivos, que comparto plenamente, que el autor se propone “… hacer una comparación entre dos épocas, la de 1975 y la de 2015… de modo que el lector más joven pueda reflexionar y sacar las debidas conclusiones políticas y prácticas para la acción en la actualidad”.
En torno a las dos fechas (1975 / 2015) Enio Bucchioni compara dos momentos de la historia mundial: antes y después de los procesos del Este europeo, y llega a la conclusión de que la derrota provocada por la restauración del capitalismo en los ex Estados obreros fue de tal magnitud que ahora estaríamos en una nueva “época”, caracterizada por un profundo retroceso de la lucha de clases y de la conciencia de las masas: “Por eso, el mundo de estos últimos 30 años nada absolutamente nada tiene de similar a los periodos inmediatamente anterior y posterior a la derrota política y militar del imperialismo en Vietnam en 1975”
“Es como si el tiempo hubiese andado para atrás y retornado a una época anterior a 1917, cuando la posibilidad de haber países sin burguesía, sin propiedad privada de los medios de producción, fuese apenas una proposición teórica de Marx y Engels…”.
¿Cómo era el mundo, según Bucchioni, antes de la restauración del capitalismo en los antiguos estados obreros?
Enio, como antiguo militante de izquierda, asume la responsabilidad de mostrarles a las nuevas generaciones de militantes socialistas, cómo era el mundo de hace cuarenta años.
“…para estos jóvenes de la segunda década del siglo XXI tendríamos que, didácticamente, exponerles que no había, en lo fundamental, propiedad privada ni capitalistas directos en 32 países”.
“En Chile, durante el gobierno de Allende en el inicio de los años 70, el proletariado estuvo cerca de colocar un punto final en la dominación del capital”.
“En Portugal hubo la posibilidad real de que haya la expropiación de la burguesía… En las antiguas colonias portuguesas en África, idéntica posibilidad de aniquilamiento de la propiedad privada ocurrió, quedando el destino de Angola, Mozambique y Guinea en las manos de las direcciones guerrilleras del MPLA, FRELIMO y PAIGC, respectivamente. Lo mismo ocurrió con las sandinistas en la América Central”.
“… florecían militantes en el mundo entero, que soñaban y luchaban para, en un futuro próximo, expropiar a la burguesía en sus países. Era la conciencia socialista que se apoderaba de millones de personas en varias partes del mundo”.
“… en Chile, donde centenas de millares de proletarios y jóvenes desfilaban con sus banderas rojas, casi todos comunistas o socialistas. El partido comunista tenía 200.000 afiliados y el partido socialistas 400.000 en una nación de 10 millones de habitantes.”
“Hasta el fin de los estados obreros la conciencia de una amplia parcela de las masas era, en su inmensa mayoría, socialista…”.
“La consigna `Por un, por dos, por tres, por muchos más Vietnam´ llegaba a la conciencia de los activistas y de las masas de todo el planeta”.
“Era totalmente pertinente la perspectiva, la posibilidad, de ver en el horizonte relativamente próximo el fin del imperio norteamericano”.
“Era así en los años 70. De 10 que retornaron al Brasil a partir de comienzos de 1974 pasamos a 560 en junio de 1978. Éramos (en la Convergencia Socialista) 56 veces más fuertes cuantitativamente en un espacio de tiempo de cuatro años y medio…”.
“No es en vano que, no solamente en el Brasil, el trotskismo, en sus diversas vertientes, tuvo ese crecimiento fabuloso”.
¿Cómo era la conciencia de las masas cuando eran dirigidas por el estalinismo?
La descripción que hace Bucchioni del mundo de cuarenta años atrás, de ser verdadera, podría servir para demostrar su tesis de que, a diferencia de lo que ocurre en la actualidad, en aquellos años el mundo caminaba en dirección a la expropiación del capitalismo y la derrota final del imperialismo, pero esa descripción no se corresponde con la realidad.
El texto tiene una serie de exageraciones de tal tamaño que le quitan seriedad y, lo que es más importante, seguramente crean una enorme confusión entre los jóvenes militantes a quien dicho texto está destinado.
En primer lugar, un detalle secundario en lo que se refiere al tema en debate, pero no de menor importancia en lo que hace al método usado para defender una posición. Él hace una pequeña maniobra con la historia para demostrar que se había expropiado a la burguesía en 32 países cuando en realidad eso ocurrió en 16 países.[1]
O cuando dice que la consigna del Che Guevara, de construir muchos Vietnam, llegaba a la conciencia de los activistas y de las masas de todo el planeta” cuando, en realidad, esa consigna nunca fue tomada por la mayoría de la vanguardia y mucho menos por las masas.
Yo tuve la oportunidad, en la Argentina, de participar activamente de la campaña de apoyo a la revolución vietnamita y de levantar la consigna de Guevara, pero sólo algunos activistas (muy pocos por cierto) la tomaban.
Pero eso no ocurría solo en la Argentina. También ocurría en los Estados Unidos, que fue la vanguardia indiscutida de esa lucha, a tal punto que las movilizaciones de varias centenares de miles de personas acabaron provocando la retirada de las tropas americanas y la primera derrota militar del imperialismo.
Nosotros[2], a través del SWP, tuvimos oportunidad de participar y, en varios momentos, codirigir esas movilizaciones de masas en los EEUU y nunca vimos que la consigna de Guevara fuese asumida por las masas y ni siquiera por una parte de la vanguardia. Más aún, en ese país, las masas nunca asumieron cualquier tipo de consigna que plantease la victoria del Viet-Cong o de la revolución.
Las consignas nunca fueron más allá de: ¡Paz! y ¡Fuera las tropas de Vietnam!, porque las masas llevaban adelante una acción revolucionaria, que fue cualitativa para la derrota del imperialismo, pero lo hacían con una conciencia burguesa.
También es una exageración decir que, en aquellos años, “… florecían militantes, en el mundo entero, que soñaban y luchaban para, en un futuro próximo, expropiar a la burguesía en sus países. Era la conciencia socialista que se apoderaba de millones de personas en varias partes del mundo”.
En aquellos años, cuando estaba en la Argentina, anduve por muchos países (Perú, Bolivia, Colombia, España, Brasil, Francia…) y no conocí ningún país en donde millones de personas “soñaban y luchaban para, en un futuro próximo, expropiar a la burguesía”.
Ya el Manifiesto Comunista, de Marx y Engels, afirmaba que: “Las ideas dominantes en cualquier época no han sido nunca más que las ideas de las clases dominantes”[3]. Sería, por lo tanto, bastante extraño que, en un mundo dominado por el imperialismo en los países capitalistas e, indirectamente, por sus agentes en los estados obreros burocratizados, la conciencia de las masas fuese “socialista”.
Claro que podría suceder que, bajo el dominio imperialista, organizaciones marxistas ganasen peso de masas, como sucedió en los primeros años de la Segunda Internacional y también de la Tercera.
Pero el estalinismo, o la socialdemocracia, de hace cuarenta años atrás, no eran organizaciones marxistas, ni siquiera centristas o confusamente socialistas. Eran organizaciones reformistas, aparatos contrarrevolucionarios.
En ese periodo, el estalinismo, en nombre del socialismo y de la Revolución de Octubre, realizaba una práctica burguesa y difundía también una ideología burguesa: la coexistencia pacífica con el imperialismo, la paz mundial, la unidad con la burguesía “progresista”, los gobiernos de frente popular, la invasión a los países que se levantaban contra las burocracias gobernantes, y hasta el apoyo a dictaduras militares sanguinarias a la vez que, en el interior de los estados obreros, sostenía regímenes muy similares a los del fascismo, contra los revolucionarios y la clase obrera.
¿Cómo podría ser que ese tipo de aparatos, contrarrevolucionarios, generase una conciencia, de masas, “socialista”?
Tampoco otros aparatos, que no hacían parte de los partidos comunista, y que también hablaban de socialismo, podrían generar una conciencia socialista, porque eran o movimientos nacionalistas burgueses u organizaciones guerrilleras, muy radicales en sus acciones pero reformistas por su programa. Eran, en la mayoría de los casos, el “reformismo armado” del que hablaba Nahuel Moreno, a punto tal que casi todas esas organizaciones eran satélites de la burocracia soviética, cubana, china, o directamente de corrientes o estados burgueses. Bastaría para eso ver adónde están cada una de esas organizaciones en la actualidad: al frente de decenas de estados capitalistas.
No hay solo exageraciones
Bucchioni, para tratar de demostrar su tesis, transforma la conciencia burguesa en socialista y de allí llega a la conclusión de que, hace cuarenta años atrás, el fin del capitalismo y el imperialismo estaba próximo. Sin embargo, ese no es el principal problema del texto, porque no era la conciencia burguesa de las masas lo que impedía, en aquel periodo, acabar con el imperialismo y con el capitalismo. Al final, cualquier marxista sabe (o debería saber) que las masas hacen revoluciones contra la burguesía con una conciencia mayoritariamente burguesa.
Lo que impedía acabar con el imperialismo era la existencia de un pacto contrarrevolucionario[4], desde el fin de la Segunda Guerra, entre el imperialismo y la principal dirección del movimiento de masas, la burocracia soviética (el estalinismo) para impedir, justamente, el fin del capitalismo y del imperialismo.
En esa realidad sólo había una posibilidad de acabar con el capitalismo: que las masas, a nivel internacional, derrotasen al estalinismo pero, en ese periodo, sucedió lo contrario. Fue el estalinismo, con sus tanques, quien derrotó a las masas que se levantaron contra ellos en Alemania Oriental, Hungría, Polonia y Checoslovaquia.
Al final de la Segunda Guerra Mundial se dio un ascenso revolucionario de masas como nunca antes se había dado, a tal punto que se llegó a expropiar a la burguesía en varios países, entre ellos China, el más poblado del planeta.
Pero ese poderoso ascenso sólo era una cara de la realidad. La otra cara era que, de la guerra, no salió fortalecida la dirección revolucionaria, el trotskismo (que quedó marginado) sino la dirección contrarrevolucionaria, el estalinismo, que se puso al frente de esos procesos revolucionarios, llegando en algunos casos a expropiar a la burguesía, para evitar la victoria de la revolución mundial, cosa que quedó muy evidente en el Este europeo ya que allí, con excepción de Yugoslavia, no fueron las revoluciones las que expropiaron a la burguesía sino el Ejército Rojo, que ocupó y expropió a la burguesía, antes de que las masas, por medio de una revolución, lo hiciesen.
Todos los hechos de la realidad, de la segunda mitad del siglo XX, sólo pueden ser entendidos si se los analiza en el marco de esta contradicción: gran fortalecimiento del ascenso por un lado, y enorme fortalecimiento de la dirección contrarrevolucionaria del movimiento de masas, por el otro.
Enio no localiza los hechos en esta contradicción; por eso comienza por ignorar el pacto contrarrevolucionario y termina colocando todos los hechos de la realidad en el campo de la revolución.
Así, por ejemplo, en Chile toda la realidad, según él, abría la posibilidad de expropiar a la burguesía: El gobierno de Frente Popular de Salvador Allende, los miles de militantes socialistas y comunistas, los antiguos estados obreros, la conciencia de las masas (determinada por los aparatos), cuando la realidad era exactamente la contraria. Era una típica revolución de los años en que el estalinismo dirigía al movimiento de masas, en donde había un gran ascenso obrero y popular pero no había una dirección revolucionaria, trotskista; por eso el Frente Popular de Salvador Allende, el PC y el PS (con sus miles de jóvenes con banderas rojas), y los ex estados obreros, con sus direcciones contrarrevolucionarias (Fidel Castro a la cabeza), impusieron su política de colaboración con la burguesía (no de expropiación) y así prepararon el camino para la victoria de Pinochet.
Fue una derrota más, entre tantas, que el pacto contrarrevolucionario del estalinismo con el imperialismo generó.
“Bajo la bandera de la revolución de Octubre, la política conciliadora practicada por el `Frente Popular´ condena a la impotencia a la clase obrera y despeja el camino del fascismo”[5].
Sobre el supuesto crecimiento “fabuloso” del trotskismo
Los jóvenes militantes ven, en el día a día, cómo es difícil construir el partido y, a esos militantes, Bucchioni le explica que antes, cuando las masas luchaban en Vietnam y derrotaban al imperialismo, es decir, en el periodo en que el estalinismo era la principal dirección de las masas, el trotskismo tenía un crecimiento “fabuloso”.
Esta afirmación, por cierto muy curiosa, me lleva a recordar lo que era el trotskismo cuando yo empecé a militar.
Recuerdo cuando en el año 1968 entré al PRT – LV de Argentina, que era dirigido por Nahuel Moreno, el más grande dirigente trotskista de la posguerra. El partido, después de 25 años de actuación y después de haber sido protagonista de grandes acontecimientos de la lucha de clases, como haber dirigido la gran huelga metalúrgica de Buenos Aires, tenía sólo 200 militantes.
De la misma manera que en Perú, a pesar de haber dirigido en la década del 60 la revolución agraria y de contar en nuestra filas con Hugo Blanco, el más grande dirigente de masas del trotskismo de la época[6], nuestro partido nunca tuvo más de 30 militantes.
Siempre recuerdo el informe que recibí, a los pocos meses de haber comenzado a militar, sobre las fuerzas de la IV Internacional. Nuestro partido era uno de los mayores. En Francia teníamos 30 militantes, en España y Portugal ninguno. En el Brasil y en Venezuela teníamos algunos contactos, en Colombia y en Centroamérica, nada.
Ya en el año 1976 (después de la derrota del imperialismo en Vietnam), en Italia ganamos, para la tendencia bolchevique, a un grupo de estudiantes secundarios y recuerdo, como si fuese hoy, la dura discusión que tuvo Moreno con estos jóvenes, pues ellos querían ir a militar en la clase obrera italiana y Moreno, que siempre tuvo la obsesión de inserir a nuestros partidos y grupos en la clase obrera, después de largas discusiones, los convenció para que no vayan al movimiento obrero. Su argumento fue muy simple. “Ustedes aún son muy débiles y si van a la clase obrera el estalinismo va acabar con ustedes”. El PC italiano tenía, en esa época, un millón de afiliados y contralaba, con mano de hierro, todo el movimiento obrero.
Por otra parte, no podemos olvidar, como hace Bucchioni, que si hoy los trotskistas luchamos por la reconstrucción la IV internacional es porque ella fue destruida, por la influencia del estalinismo, en el año 1979, es decir, después de la victoria de los vietnamitas y antes de la restauración del capitalismo en el Este europeo, periodo en el cual él afirma que el trotskismo crecía en forma “fabulosa”.
La IV Internacional, desde su nacimiento, sufrió terribles golpes por el asesinato de sus dirigentes a manos de Stalin y, a posteriori, su débil dirección, no consiguió soportar la terrible presión que sufrió del aparato estalinista. En el año 1953, la Cuarta se dividió cuando la mayoría de su dirección, encabezada por Michel Pablo y Mandel, decidió que todos nuestros partidos deberían entrar a los partidos comunistas (el llamado “entrismo sui generis”). En el 63 se reunificó pero, en el ’79, nuevamente se dividió (y a partir de allí se terminó destruyendo), cuando la mayoría de la dirección votó que era prohibido construir partidos trotskistas en Cuba, Nicaragua y El Salvador (es decir, adonde había direcciones estalinistas o filo estalinistas) y cuando, a posteriori, apoyaron la represión del gobierno sandinista de Nicaragua contra la Brigada Simón Bolívar, organizada por la Fracción Bolchevique para luchar contra el dictador Somoza.
Esta era la realidad del trotskismo y no la que afirma Bucchioni, cuando el estalinismo dirigía al movimiento de masas.
Dentro de realidad, en forma excepcional, hubo un país (Bolivia en la revolución del ’52) en donde el trotskismo tuvo un crecimiento “fabuloso” (ganó influencia de masas), cosa que se explica por el hecho de que Bolivia era uno de los pocos países del mundo en donde no existía el estalinismo.
También hubo algunos pocos países (España, Inglaterra, Argentina, Francia, Brasil y posiblemente algunos más) en donde el trotskismo, si bien no tuvo un crecimiento “fabuloso”, tuvo un importante desarrollo, llegando a construir partidos de vanguardia de cierta fuerza. El caso de la Convergencia Socialista [CS] en el Brasil, que Enio cita, fue uno de ellos. En poco tiempo llegó a tener, a fines del año 1978, cerca de 800 militantes que, después de una fuerte crisis, quedaron reducidos, a fines del año ’79, a 300.
En todos estos casos, excepcionales, hubo una combinación de gran ascenso del movimiento de masas y crisis de los Partidos Comunistas (o del movimiento nacionalista burgués en el caso de Argentina). En el Brasil, por ejemplo, el gran Partido Comunista (el “Partidón”) estaba prácticamente destruido cuando se dio el crecimiento de la CS y es eso lo que también explica que en ese país haya surgido el PT.
La restauración del capitalismo y la destrucción del aparato estalinista
En la década del ’60 se inició la restauración del capitalismo en Yugoslavia; en el año 78, con el plan de las Cuatro Modernizaciones, en la China, y, en el año 1985, comenzó el proceso en la ex URSS, que se extendió, rápidamente, al resto del Este europeo. De esa forma se perdió una de las mayores conquistas de la clase obrera a nivel mundial: Estados en donde se había expropiado a la burguesía y se habían construido economías planificadas.
Sin embargo, es un hecho de la realidad que era tal el deterioro económico de esos estados obreros burocratizados (ya dependientes del imperialismo a través de las deudas externas), y también fue tan siniestro el engaño montado por las burocracias para desmotar esos estados burocratizados, que las masas no salieron a defender sus conquistas históricas. Así se consumó una derrota sin lucha (una de las peores derrotas, según Trotsky).
Si la historia hubiese parado ahí, es decir, si el Este europeo se hubiese convertido en una nueva China, con los regímenes estalinistas de partido único al frente de los nuevos estados capitalistas, posiblemente, en este momento, estaríamos viviendo una situación de retroceso en la lucha de clases, un fortalecimiento del imperialismo, y un completo retroceso en la conciencia.
Pero la historia no paró ahí. Una revolución en cadena, como nunca se había visto en la historia de la humanidad, fue arrasando, en lo que se llamó el “efecto dominó”, uno a uno los regímenes burgueses, dictatoriales, de los partidos comunistas.
Caía así el mayor aparato contrarrevolucionario de la historia. Los regímenes fascistas, o semifascistas. Los que habían asesinado a casi todos los dirigentes de la Revolución Rusa. Los que habían hecho, contra las masas de todo el mundo, primero el pacto con Hitler y después el pacto para dividir el mundo con el imperialismo. Los que habían traicionado decenas de revoluciones, los que habían apoyado la dictadura genocida de Videla en la Argentina, y los que, por fin, habían restaurado el capitalismo en los estados obreros.
¿Qué dice Enio Bucchioni sobre estos dos hechos, la restauración y la revolución: “Sin duda, el gran acontecimiento histórico, de la lucha de clases mundial en las últimas décadas, que permea por completo la conciencia de los activistas y de las masas, fue el desaparecimiento de los 32 antiguos Estados Obreros, con la restauración del capitalismo…”.
De esta forma, Enio da por cerrada la historia cuando las masas, al derrumbar el aparato estalinista, estaban comenzando una nueva etapa de la lucha de clases.
Él no da mayor importancia a este colosal hecho de la lucha de clases pero, de cualquier manera, en su texto, hace una referencia a la derrota del estalinismo: “Los análisis comparativos, entre dos épocas completamente distintas abordadas en este texto, no deben traernos tristezas nostálgicas ni alegrías desmesuradas por el fin del estalinismo”. Es un razonamiento lógico para quien está convencido de que, bajo la dirección del estalinismo, el trotskismo tenía un crecimiento “fabuloso” o para quien siente “saudades” [nostalgias] de los miles de obreros y jóvenes que desfilaban con las banderas rojas del PC chileno. Pero no puede ser lógico para quienes, como quien escribe, ve actualmente desarrollarse la lucha de clases, con muchas dificultades y enemigos, pero sin la siniestra intervención del aparato de la ex URSS, junto con el imperialismo, para acabar con cada uno de los procesos revolucionarios, o para quien, a nivel personal, pudo realizar un viejo sueño, el de visitar Rusia, Polonia y Ucrania, sin el peligro de ser asesinado, secuestrado o entregado a la dictadura del genocida Videla en la Argentina.
Bucchioni es coherente. De los procesos de Este, sólo destaca la derrota de la restauración y no la caída revolucionaria de los agentes del imperialismo que llevaron adelante la restauración, por eso llega a la conclusión de que ahora las masas están en un completo retroceso, que su conciencia ya no es más socialista (como si bajo el estalinismo lo hubiesen sido), y que el imperialismo está muy fortalecido.
Sin embargo, no es así que piensa el imperialismo después de constatar que su agente fue destruido por las masas: “… vengo diciendo en los últimos 20 años: vivimos un periodo de inestabilidad sin precedentes… lo que yo llamo de “despertar político global”, una tomada de conciencia sobre las injusticias, desmanes, desigualdades y explotación. Es conmovedor ver el despertar producir ondas como la primavera árabe… la fragilidad americana queda evidente… Hay enormes fajas de territorios dominadas por agitación, revoluciones, rabia y pérdida de control del Estado… …Los EEUU aún son preeminentes. Pero ya no son más capaces de ejercer poder hegemónico”[7].
San Pablo, 15/12/2015
[1] Bucchioni, en lugar de contar los países adonde se expropió a la burguesía, cuenta los países que surgieron después de la restauración del capitalismo.
[2] El autor de este artículo, en esos años, era uno de los dirigentes del PST argentino el cual, a nivel internacional, integraba, junto con el SWP de los EEUU, la Tendencia Leninista Trotskista (TLT) de la IV Internacional.
[3] Carlos Marx y Federico Engels, “Manifiesto del Partido Comunista”, p.127.
[4] Los acuerdos de Yalta y Potsdam llevados adelante al final de la Segunda Guerra Mundial, entre los EEUU, Inglaterra y la URSS, para establecer la división del mundo.
[5] León Trotsky, Programa de Transición para la revolución socialista.
[6] Nahuel Moreno consideraba a Hugo Blanco el más grande dirigente de masas trotskista después de Trotsky.
[7] Zbigniew Brzezinski, uno de los principales estrategas de la política externa de los EEUU en los últimos 40 años. Asesor de todos los gobiernos demócratas desde 1977. Entrevista para la revista “Época”, del Brasil, del 28/12/2014.