Reproducimos a continuación la declaración de nuestro partido internacional, la Liga Internacional de los Trabajadores – Cuarta Internacional (LIT-ci):
Este es el segundo 1° de Mayo que atravesamos desde que comenzó la pandemia de la Covid-19. En poco más de un año, la barbarie no hizo más que profundizarse. En el mundo se han registrado más de 140 millones de casos y más de tres millones de muertes. Pero sabemos que son muchos más. La pandemia, surgida por un desequilibrio en la relación humanidad-naturaleza propiciado por la sed de lucro del capitalismo, ha creado la más dramática crisis sanitaria en un siglo, exacerbando la crisis económica y social precedentes. Los menos alarmistas hablan de la peor crisis global desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
La burguesía mundial, una vez más, pretende descargar el costo de la crisis que ellos mismos generan sobre las espaldas de la clase trabajadora y de los pueblos de los países semicoloniales, en especial sobre aquellos sectores más explotados y oprimidos, como las y los trabajadores negros, las mujeres, los inmigrantes, los LGBTI.
La causa por la que hace 135 años fueron ejecutados los mártires de Chicago está más vigente que nunca. La clase trabajadora es la más castigada no sólo por la Covid-19 sino por las desastrosas consecuencias de la agudización de la crisis económica mundial, que siembra el desempleo, el hambre, y empuja a una enorme masa de personas a la indigencia y la desesperación más terribles. Según la ONU, en 2020 se perdieron 255 millones de empleo a tiempo completo en todo el mundo, lo que supone un aumento enorme de la pobreza. El año pasado, más de 880 millones de personas padecían hambre en el mundo. Una parte de las clases medias, por otro lado, va camino de la ruina.
Sin embargo, un puñado de capitalistas se hace cada vez más rico. Según el último informe de Forbes, el número total de multimillonarios se disparó durante la emergencia sanitaria. Existen 2.755 individuos con fortunas superiores a mil millones de dólares, 30% más desde el año pasado. Poco antes de la pandemia, Oxfam había publicado un informe atestando que 2.153 sujetos poseían más riqueza que 4.600 millones de personas (60% de la población mundial). Pero, a la par de eso, la base de la pirámide se ensancha. De acuerdo con los criterios de la ONU, una de cada diez personas en el mundo vive en la extrema pobreza, es decir, subsiste con menos de 1,90 dólares diarios. El Banco Mundial estima que la pandemia generó hasta 115 millones de nuevos pobres extremos en 2020. Para finales de 2021, prevé hasta 150 millones más de personas sumidas en esa situación.
Los ricos poseen condiciones cualitativamente mejores para evitar o superar la Covid-19. Los pobres, por su parte, no solo son más pobres, sino que suponen la mayoría de los internados y muertos por el virus en muchas regiones. La situación de la clase trabajadora es dramática. Debe enfrentar todos los días no solo la pandemia de la Covid-19 sino, también, la pandemia del hambre.
Esto no puede seguir así: ¡es urgente terminar con este verdadero genocidio!¡El capitalismo mata, muerte al capitalismo!
Desde la LIT-ci afirmamos que lo que está en curso es un genocidio en toda la regla. Los voceros de la burguesía nos dicen que la pandemia “no distingue clases sociales”. El virus obviamente no las distingue, pero los gobiernos burgueses, sí. Estamos en la misma tormenta, pero no en mismo barco. Si los ricos pueden mantener distanciamiento físico, sin estar obligados a viajar apiñados en los sistemas de transporte público, y, en caso de contraer la enfermedad, ser atendidos en los mejores hospitales, o bien saltarse la fila de vacunación debido a su poder –llegando incluso al “turismo de vacunación”–, l@s trabajador@s somos forzados a salir a ganarnos el pan exponiéndonos al contagio. Y, cuando enfermamos, muchos mueren asfixiados esperando una cama de cuidados intensivos en los servicios públicos de salud, completamente colapsados.
La clase trabajadora soporta todo el peso de la crisis. Es el sector social más afectado: no accede a un sistema de salud decente; está mal alimentada; vive en condiciones precarias; está obligada a asumir riesgos de contagio ante la necesidad de procurarse ingresos para subsistir, aunque eso implique jugarse la vida y la de su familia.
Los avances científicos han permitido que desde finales de 2020 existan vacunas eficaces. Pero el capitalismo hace que todo avance esté al servicio de sus ganancias y no de la humanidad. Así, mientras los países imperialistas acaparan la mayor parte de las dosis, los países más pobres reciben los inmunizantes con cuentagotas. El concepto de imperialismo puede expresarse, hoy, en el hecho de que el 60% de las dosis producidas y por producir en 2021 está en manos de países que detentan el 16% de la población mundial. Mientras millones enferman y mueren, el dominio y el monopolio de las vacunas –garantizado por el mecanismo de patentes– impide que muchos países puedan fabricar vacunas y, así, acelerar la inmunización.
¡Para los capitalistas, las ganancias valen mucho más que las vidas de l@s trabajador@s! Por eso decimos que está en marcha un verdadero genocidio, porque en el capitalismo lo peor de la pandemia es selectivo, regando de muertes los sectores populares.
Pero los efectos de la pandemia no son un rayo en cielo sereno. En realidad, los problemas económicos, sociales y sanitarios (los desastrosos sistemas de salud públicos), preexistían. Lo que hizo la pandemia fue acelerar, poner en carne viva toda la crueldad del capitalismo: millones de indigentes, hambrunas, pauperización espantosa de las masas, muertes por desnutrición, e índices crecientes de mortalidad infantil.
¡Proletarios de mundo, uníos!
En el transcurso de la pandemia se dieron importantes procesos de movilización y resistencia por parte de nuestra clase. En 2020, el más importante fue la ola de lucha antirracista en EEUU, que se extendió a otros países, a partir del asesinato de George Floyd. Le siguió el proceso democrático en Belarus. En Sudamérica, las manifestaciones en Chile se reanudaron. En marzo de 2021 asistimos al punto alto de la acción directa contra los efectos de la pandemia y el colapso del sistema sanitario en el Paraguay, donde un estallido social hizo tambalear el gabinete y al propio presidente. En seguida, detonó el proceso en Myanmar.
Necesitamos la más amplia unidad de nuestra clase para enfrentar, en primer lugar, las consecuencias de esta pandemia sobre los sectores más explotados y oprimidos. Hay que impulsar las huelgas generales sanitarias, las movilizaciones con distanciamiento, la autoorganización desde abajo en cada lugar de trabajo y cada barrio obrero y popular. La defensa de nuestra salud, de nuestras vidas y la de nuestras familias debe ser tomada en nuestras manos. Solo venceremos con organización y lucha.
Este 1° de Mayo debe estar al servicio de impulsar esa unidad para levantar un programa socialista, que parta de responder las necesidades imperiosas.
Por la inmediata ruptura de las patentes, para producir y abastecer vacunas para todos y todas. De esta forma se rompería el monopolio de unas pocas corporaciones y países como India, Brasil, México, Argentina, Corea del Sur, entre otros, podrían fabricar vacunas en gran escala y, con ello, dar un salto en la inmunización.
Además de acabar con los derechos de propiedad intelectual, es necesario plantear la expropiación de las megacorporaciones farmacéuticas y empresas de biotecnología, de toda la industria que produce las vacunas, los medicamentos y la tecnología médica para combatir la pandemia, poniendo todo ese tejido productivo bajo el control democrático de l@s trabajador@s. Únicamente así será posible producir sobre la base de las necesidades de la humanidad y no de las ganancias de unos pocos. La existencia de la propiedad privada de los medios de producción no solamente ha demostrado su incapacidad de asegurar las condiciones mínimas de existencia del proletariado en escala mundial. Ha dado un paso más: nos enseña que atenta contra la vida misma en el planeta. ¡Para que funcione su máquina de ganancias, millones deben morir trabajando e infectándose con el virus! ¡Nunca el papel de la clase obrera como fuerza propulsora de las ganancias ha sido tan evidente!
Que la distribución de las vacunas e insumos médicos empiece por los países con mayores dificultades y, a su vez, por las franjas poblacionales más vulnerables desde el punto de vista del riesgo epidemiológico y social ¡No al apartheid de las vacunas!
La salud es un derecho. No debe ser considerada mercancía. Por ello, es imperioso expropiar todas las empresas privadas que ofrecen salud a cambio de dinero. Todos los hospitales y servicios en manos privadas deben ser socializados, bajo control de la clase trabajadora.
Garantizar cuarentenas estrictas, con ingresos y derechos asegurados (salarios y subsidios equivalentes a la canasta alimentaria, vivienda digna, acceso a internet gratuito, etc.) para detener el contagio mientras se desarrolla la vacunación masiva.
Existen los recursos necesarios para garantizar un programa de emergencia para la clase trabajadora. Hay que expropiar las grandes fortunas de los banqueros y empresarios de cada país; suspender de inmediato los pagos de las deudas internas y externas a los organismos imperialistas como el FMI; tomar el control de los principales resortes de la industria y el agronegocio para satisfacer las necesidades de las mayorías.
Desde la LIT-ci y cada uno de sus partidos seremos parte de la organización de este 1° de Mayo, concibiéndola como una jornada internacionalista de lucha contra la pandemia capitalista y para detener el genocidio.
¡Viva la lucha por el socialismo!
Para terminar con estas lacras y penurias, es necesario acabar con el sistema capitalista mundial. No es posible reformarlo o humanizarlo, como proponen todas las variantes del reformismo. No existe “otro mundo posible” bajo este sistema. El reformismo, tanto desde los gobiernos como desde las oposiciones parlamentarias, es cómplice del genocidio en curso. Toda propuesta de mejorar el sistema capitalista en su decadencia final no pasa de una utopía reaccionaria.
Mientras organizamos la lucha y resistencia inmediatas, debemos discutir y preparar la batalla por una salida de fondo que termine con este sistema de opresión y explotación que nos lleva al abismo.
Como ya anuncian varios especialistas, no está claro cuándo podrá superarse esta pandemia. Es cierto que tampoco será la última. Posiblemente, viviremos crisis sanitarias peores. Tampoco será el único mecanismo por el cual el capitalismo nos suma en la pobreza mientras avanza en la destrucción de la naturaleza, producto de su explotación irracional por parte de la burguesía mundial. La ruina del planeta es completamente coherente con la búsqueda incesante de la ganancia capitalista a cualquier costo. En el capitalismo, la destrucción de la humanidad y la naturaleza es inexorable.
Por eso, desde la LIT-ci sostenemos que no hay salida si no derrotamos el capitalismo como sistema mundial y, por medio de una revolución social, imponemos el socialismo. Un sistema al servicio de responder a las necesidades del conjunto de la humanidad, tarea que solo podrá cumplir la clase trabajadora como caudillo del conjunto de los sectores explotados y oprimidos.
Si antes ya no teníamos nada que perder además de las cadenas, ahora tenemos que luchar para garantizar nuestra vida. Pero alertamos: mientras no sea destruida la propiedad privada y el capital sufriremos el retraso de esta tarea histórica bajo la forma de nuevas catástrofes mundiales que se repetirán a menudo.
Por eso, no existe tarea más urgente que la construcción y el fortalecimiento de partidos revolucionarios, como parte de una Internacional democráticamente centralizada, para dotar a las luchas de un programa obrero, socialista, internacionalista, que tenga por estrategia la liquidación del capitalismo, es decir, detener la barbarie a la que unos pocos multimillonarios nos están llevando. Todavía estamos a tiempo.
¡Viva el 1° de Mayo, Día internacional de l@s trabajador@s! ¡Viva la clase obrera mundial! ¡Paremos el genocidio! ¡Basta de capitalismo! ¡Viva el socialismo mundial!