La victoria electoral de las candidaturas de unidad popular y la irrupción de Podemos en las Comunidades autónomas ha abierto la posibilidad de conformar gobiernos en Comunidades autónomas y Ayuntamientos desalojando al PP de los mismos y cercando definitivamente al Gobierno de Rajoy. Sin duda que esa expectativa es apasionante.
Pero en muchos casos esa tarea exige acuerdos, “pactos”, con otras fuerzas, tanto para recabar su apoyo a la investidura de los candidatos de la candidatura de unidad popular, como es el caso de Barcelona y Madrid, por citar los más conocidos o de apoyar al PSOE para desalojar de la Comunidad de Castilla la Mancha a la impresentable Cospedal.
Este tema es sin duda crucial porque va a determinar las primeras pruebas de fuego tanto para Podemos como para las candidaturas de unidad popular. Es aquí donde la credibilidad del “cambio” va a tener su primera prueba.
Quienes, como la dirección del PSOE, hasta el día mismo de reflexión no escatimaron epítetos contra las candidaturas de unidad popular y se ofrecieron como valedores del “cambio tranquilo” frente al “inmovilismo” de la derecha y al “caos” que representaban las candidaturas unitarias, ahora se postulan para “pilotar el cambio”, para ser el aglutinante de “la izquierda” y conformar “gobiernos progresistas”.
Quienes desde los Gobiernos de Felipe González o Zapatero, como desde numerosos gobiernos municipales han sido los lacayos de la Troika, de los banqueros y de las multinacionales, de las reformas laborales, de las privatizaciones, de la corrupción, de la reforma de la constitución para pagar la deuda y un larguísimo etc., no pueden ser, en forma alguna, socios de ningún cambio, aliados con los que conformar gobierno alguno.
No se puede gritar en la calle “PSOE-PP la misma mierda es” y ahora regalarles el carnet de izquierdistas reconvertidos, “progresistas de toda la vida”. Cualquier pacto de gobierno con ellos será la perdición para las candidaturas de unidad popular. Quien puede dar fe de a donde llevan esos pactos es la propia Izquierda Unida que ha pagado con su propia destrucción su “pragmatismo” de los Gobiernos “tripartitos” y de “izquierdas”.
Hoy el PSOE representa la carta más sólida de la burguesía y la troika para reconducir a una vía muerta institucional a todas las candidaturas que han surgido del justo anhelo de cambio.
En Madrid Esperanza Aguirre juega desesperadamente sus últimas cartas para evitar lo inevitable: que Manuela Carmena se la nueva alcaldesa. Se precisa para ello el apoyo de los concejales del PSOE para lograrlo y hay que exigirles ese apoyo a la investidura sin condiciones, porque el veredicto en las barriadas obreras y populares ha sido inequívoco. ¿Pero si no logramos su apoyo, la Aguirre puede salir con el apoyo de Ciudadanos y con la abstención misma del PSOE? En el peor de los casos, puede que sea así y si eso sucede Ciudadanos habrá quemado sus naves antes de salir de puerto y el PSOE se habrá cavado su tumba definitiva a lo PASOK. Es el mal menor, porque significará que el Gobierno que surja nacerá con una extrema debilidad y veremos si es capaz de aguantar la presión desde la calle, a la que apelaremos, y desde el Ayuntamiento mismo con una oposición solida al mismo. Lo contrario, guardarse el programa para lograr el favor del PSOE, es una “victoria” pírrica, es llegar a un Gobierno cautivo para ser un nuevo gestor, dilapidando así el patrimonio político acumulado. Llegar al Gobierno municipal a cualquier precio y de cualquier manera no fue el compromiso hecho por Ahora Madrid.
¿Y qué hacemos donde el PSOE puede recuperar Comunidades (como Castilla la Mancha) si Podemos le da su apoyo? El criterio es similar: si quieren el voto favorable en la investidura será con condiciones: ningún apoyo político al Gobierno, no formar parte del mismo y exigirles aplicar las medidas de emergencia social prometidas en las elecciones. Lo contrario, el apoyo “para echar a la derecha”, no es un cambio, es un recambio de un Partido del régimen y de la Troika, por otro partido de la misma cuerda.
No se puede desconocer la existencia de las clases sociales y pregonar que ya “no sirve esa vieja división entre izquierdas y derechas” para luego súbitamente colocar al PSOE entre las “izquierdas” obviando que el PSOE es un partido burgués, un lacayo de la troika, y por tanto “apoyarlo frente al PP” no es otra cosa que sustituir un partido burgués por otro de la misma clase.
No olvidemos que el voto masivo a las candidaturas de unidad popular y de Podemos no ha sido para que garanticen la “gobernabilidad institucional”, sino para que se aplique el plan de emergencia social, para acabar con los desahucios, con que ninguna familia se quede sin comer, sin luz o sin agua, para remunicipalizar los servicios públicos, para auditar la deuda, para echar a los corruptos, para defender los derechos democráticos. A ese compromiso es al que hay que ser fieles.
Finalmente hay que recordar que las decisiones que se adopten en cada candidatura deberían ser consultadas y debatidas entre las bases que las apoyamos y que cualquier negociación con otras fuerzas deberán regirse por la norma básica de ¡luz y taquígrafos!.