Este artículo forma parte de una serie de crónicas y entrevistas que un corresponsal de Corriente Roja está haciendo durante dos semanas desde Grecia. Puedes visitar el resto pinchando aquí

 

 

Si hay un tema que ha concentrado atención en Europa en los últimos meses ha sido la conformación en Grecia de un gobierno formado centralmente por Syriza. Un partido que se define a sí mismo como de “izquierda radical” llegaba al poder y grandes expectativas  se levantaban pensando que este episodio sería el primer acto del cambio, seguido en poco tiempo por la llegada de Podemos al gobierno español.

En realidad, esas perspectivas eran mayores fuera que dentro de Grecia. Ni uno solo de los griegos con los que he hablado en mi viaje esperaban cambios verdaderamente radicales, pero la verdad es que tampoco esperaban el nivel de lacayismo que Tsipras ha demostrado firmando el nuevo memorándum, aún peor que los dos anteriores.

Los olvidos de Pablo Iglesias.

Pablo Iglesias, es unas declaraciones que podéis ver en el vídeo que sigue a este párrafo, reconoce que el acuerdo firmado “recuerda al Tratado de Versalles” y que es una derrota de la democracia, ya que no es por lo que el pueblo griego votó. La explicación que da Iglesias para la firma de Tsipras era que su posición era tan débil que no quedaba otro remedio que pasar por el aro de la Unión Europea. Pero… ¿es cierto que no había alternativa?

 

Grecia no sólo vive una profunda crisis económica, sino que esta ha provocado una crisis política y social igual de profunda. La mejor demostración de esta crisis política es el hundimiento de los partidos que han sido dominantes en la política griega durante decenas de años, como el PASOK, o la misma llegada al poder de un partido “de izquierda radical”.  El último episodio lo vivimos con el referéndum. Que un 61% de los griegos votara “NO” no es una cuestión menor. Todas las instituciones, los medios de comunicación y los personajes públicos del capitalismo griego y europeo hicieron una fortísima campaña por el sí. También hubo amenazas permanentes de lo que pasaría si los griegos rechazan el acuerdo, y como adelanto, el cierre parcial de los bancos.

Que los griegos aún así votaran un rotundo “no” significa que se han atrevido a desobedecer a los amos. El “no” fue un “no” de la clase trabajadora, la gente pobre y la juventud. Que Pablo Iglesias diga que Tsipras no tenía ninguna fuerza para resistirse al acuerdo lo único que muestra es que para él la movilización y lucha popular no significa nada. Se une al mismo coro de Rajoy cuando dice que “no hay alternativa” y que las recetas de recortes son las únicas posibles. Siendo él un profesor de ciencia política, quizá deberíamos suspenderle por no recordar la capacidad para cambiar cosas de la lucha popular. Por no tomar un ejemplo lejano, podemos recordar el alzamiento de la Politécnica de Atenas en 1973 y la caída de la dictadura militar.

Vídeo de las conmemoraciones en Grecia de la insurrección contra la dictadura militar

El pueblo trabajador griego ha dado sobradas muestras de su coraje y de su voluntad de resistir, protagonizando más de 30 huelgas generales. Pero aún tienen al frente a un presidente indigno que ha firmado la humillación del país y una condena a la miseria para su gente. Hablando con los griegos ninguno me ha dicho que van a quedarse en casa ahora, y tras la decepción con Tsipras es más que probable que sigan buscando una alternativa política que sea una herramienta adecuada para enfrentar hasta el final el austericidio. La construcción de esa nueva herramienta es la principal tarea que afrontar ahora los revolucionarios y las revolucionaras de Grecia.

La bancarrota de Syriza.

La capitulación de Syriza no es motivada porque “no había otra opción”, sino por su política y su estrategia. Ya antes de su llegada al gobierno daban muestras de que no tenían intención de enfrentar los planes de austeridad realmente. Su programa se fue suavizando a medida que había más posibilidades de llegar al gobierno y aplicarlo. Primero rechazaban el pago de la deuda, luego pasaron a querer cancelar una parte y ahora que son los mejores pagadores.

Para formar gobierno siguieron este mismo camino, aliándose con un partido burgués nacionalista como ANEL y dando ministerios y la presidencia a figuras de los viejos partidos como el PASOK o Nueva Democracia. En febrero llegó el preaviso final de lo que estaba por venir. Tsipras declaró que no tomaría ninguna decisión sin contar con la UE y ya aceptó las condiciones que imponía entonces el Eurogrupo. Con el tercer memorándum, que incluye masivas privatizaciones y durísimos recortes sociales, Syriza se ha colocado definitivamente del lado de las fuerzas austericidas. Incluso las pequeñas medidas positivas que Tsipras aplicó al llegar al gobierno, como la readmisión de las limpiadoras del ministerio de economía, se ven ahora amenazadas en lo inmediato por este nuevo acuerdo.

En una cosa si coincidimos con el discurso de Iglesias: no hay manera de tomar otro rumbo si no es rompiendo con la UE  y el €. Él mismo reconoce que permanecer dentro es jugar una partida con un tablero que está trucado por el adversario. Si es así… ¿por qué debemos nosotros respetar ese tablero? Para Tsipras es un dogma no cuestionar la pertenencia de Grecia a estas instituciones, y aquí está la clave de su bancarrota. La UE es una maquinaria del imperialismo europeo para masticar los derechos sociales de la clase trabajadora europea y es imposible que sea otra cosa, como acaba de demostrarse. Romper con las normas que se imponen desde Bruselas es condición necesaria para aplicar otra política y otras medidas que en lugar de seguir rellenando el buche de los banqueros, atienda a las necesidades de la gente trabajadora. Estas medidas tendrán que atentar directamente contra el corazón del capitalismo. El por qué lo tratamos de explicar en los dos siguientes párrafos.

Para Syriza e Iglesias, la crisis económica puede solucionarse contentando a trabajadores y patrones por igual: se trataría de subir los sueldos y estimular el consumo, así todos ganarían. Los capitalistas “buenos” y productivos avanzarían, y los únicos perjudicados serían los capitalistas “malos” y especulativos. Pero esto es una ilusión: la crisis que vivimos es una crisis sistémica de la que el capitalismo sólo puede recuperarse destrozando todas las conquistas históricas de las que hoy disfrutamos los trabajadores. Para que los capitalistas productivos puedan tener una tasa de beneficios rentable que justifique que sigan invirtiendo su capital y para que los capitalistas especulativos puedan seguir chupando una parte de los beneficios de esa explotación, necesitan pagarnos mucho menos y que todo lo que hoy son servicios públicos se conviertan en negocios privados.

Por esto las medidas a aplicar son necesariamente anticapitalistas: Es necesario nacionalizar el sistema financiero y ponerlo al servicio del desarrollo del país y del bienestar de su pueblo trabajador. Es necesario no reconocer la deuda, que no es nuestra: ni la provocamos, ni la decidimos, ni la disfrutamos. Es necesario que los trabajadores tomen en sus manos la política y que existan mecanismos verdaderamente democráticos en la gobernanza para que todo el proceso pueda ser controlado por ellos mismos. Si no se hace eso, es imposible atender las necesidades sociales y económicas de la mayoría trabajadora.

La responsabilidad de la Plataforma de Izquierda.

En Syriza existe un “ala izquierda”, cuyo miembro más conocido es Lafazanis, ministro hasta hace poco. La actual situación coloca a dicha plataforma en un momento crítico, donde no caben medias tintas.  Durante esta semana este sector realizó un gran acto público donde reafirmaron su lealtad a Syriza y su apoyo al gobierno, aunque rechacen el acuerdo firmado con el Eurogrupo. El proyecto estratégico de esta plataforma pasa por renovar la dirección y la política de Syriza. El primer asalto en ese camino ya lo han perdido, al rechazar el Comité Central del partido su propuesta de convocar un congreso de manera inmediata. 17 miembros del CC han presentado su dimisión.Por otra parte el programa que defienden tampoco es consistente. Se limitan a proponer una gestión pública de la banca y las empresas estratégicas (en el marco de una Grecia fuera del €), esto es, una «gestión humana» del capitalismo.

La tarea urgente en Grecia es construir una alternativa que pueda ser una referencia clara para los trabajadores del país, que planteee la ruptura con el € y la UE, que no pague la deuda y desarrolle medidas anticapitalistas para poner los recursos del país al servicio de su mayoría trabajadora. Y que impulse la movilización de los trabajadores, como en 1973, para conseguirlo. No se puede hacer eso y apoyar al gobierno de Tsipras o formar parte de Syriza al mismo tiempo, por muy crítico que se sea con el memorándum. No se puede remar en direcciones opuestas y tratar de avanzar. Lamentablemente, la política que está siguiendo en estos primeros momentos la Plataforma de Izquierda apunta en la dirección equivocada. Por el peso que tiene esta plataforma, por las posibilidades que tendría para impulsar una alternativa junto a las organizaciones de la izquierda revolucionaria, esta política es doblemente grave.

 

La foto que ilustra este artículo es del acto de la Plataforma de Izquierda de Syriza.